La lucha de clases no se detiene: solidaridad con el proletariado agrícola del Valle de San Quintín
Las condiciones laborales, y de vida, de los obreros agrícolas en el Valle de San Quintín no distan de las que padecían los indígenas esclavizados en Valle Nacional, durante el oprobioso porfirismo. El capitalismo explota intensamente la mano de obra del proletariado, manteniéndolo en la pauperización, con lo suficiente para que pueda reproducir la fuerza de trabajo día tras día, pero nada más.
Cada vez son más evidentes los síntomas de que el capitalismo llegó a sus límites y la barbarie asoma su rostro, de que su existencia depende estrictamente de la explotación del trabajo asalariado. Es sobre el sudor y la sangre de los explotados que se amasan las fortunas que enriquecen a los monopolios, que se enseñorean como propietarios de las vidas de toda la clase obrera; y no son solo los jornaleros hoy en San Quintín, sino de toda la clase obrera: los obreros petroleros, los electricistas, los mineros, los trabajadores de la educación, las trabajadoras de las maquilas, las costureras, los trabajadores de la construcción, la juventud que es subcontratada por el outsourcing, de los cientos de miles de indígenas que como campesinos pobres no tienen más opción que emigrar al norte del país buscando proletarizarse para vivir mejor. Pero si México se mueve, no es por el poder de los monopolios, sino por trabajo de millones de proletarios, que son los creadores de la riqueza.
Los monopolios de la industria, los servicios y la agricultura han impuesto una reforma laboral que anula el derecho a organizarse sindicalmente, a organizar huelgas, a tener un contrato colectivo de trabajo; una reforma laboral que anula jubilaciones, pensiones, seguridad social, vivienda. Pero no detiene el conflicto de clase, no desaparece el conflicto socioclasista. Las huelgas estarán anuladas por la reforma laboral, pero la lucha las impondrá de hecho, aunque el derecho no las reconozca. No habrá paz en los centros de trabajo, cada día emergerá la fuerza de protesta del trabajador.
Hoy son los jornaleros del Valle de San Quintín y los trabajadores de la educación en Guerrero, los despedidos de la administración pública en Puebla, los petroleros despedidos, las enfermeras y médicos amenazados con perder su fuente de trabajo, los tres millones de desempleados como resultado de la crisis del capitalismo, así como ayer los maestros de Morelos, Oaxaca, Chiapas; así como ayer los trabajadores del SME y los sindicalistas democráticos del SUTERM; así como ayer los mineros de Lázaro Cárdenas. Y todas esas luchas, con sus sacrificios, con las represiones, son el síntoma que va eslabonando una clara señal: la hora de la revolución social se acerca. Así como hace un siglo, en Cananea y Río Blanco se anunció con la lucha proletaria que el fin de la dictadura porfirista estaba cerca. Y así como la represión que encarceló a los proletarios en San Juan de Ulúa, Lecumberri, los deportó a las Islas Marías o a Valle Nacional, o los asesinó en caliente, no detuvo la inexorable cita con la historia, de la misma manera hoy, ni todo el Ejército, ni Policía Federal, ni grupos paramilitares serán suficientes para detener la irrupción de millones de proletarios que enarbolaran su banderas, su programa, para derrocar al poder de los monopolios, para barrer no solo a Peña Nieto y al sistema político burgués, sino para expropiar a los monopolios que hoy generan el sufrimiento, el hambre, la miseria.
En el Valle de San Quintín no hay un proceso espontaneo, hay organizaciones que han trabajado ahí por años, las saludamos, como saludamos a los núcleos del Frente de Izquierda Revolucionaria que también hacen presencia y luchan en esa región. En los años 30, la Sección Mexicana de la Internacional Comunista sembró las semillas de la conciencia de clase y de la rebeldía obrera en el Valle de San Quintín y en el Valle de Mexicali.
Expresamos nuestra solidaridad con las legítimas demandas del proletariado agrícola. Exigimos la libertad de los doscientos compañeros apresados, algunos ya liberados por la movilización obrera. Expresamos nuestro repudio al gobierno de Baja California que solo responde con represión, y en un patético gesto realiza una conferencia de prensa, como si en una zona de guerra estuviera, franqueado de un general en uniforme de campaña, lo mismo que el comandante de la policía.
Pero más que la solidaridad, hacemos un llamado a la lucha, a rebelarnos contra el capitalismo, a derrocar el poder de los monopolios, a construir el poder obrero y popular. ¿De quién depende que siga la opresión? De nosotros. ¿De quién que se acabe? De nosotros también. ¡Que se levante aquel que está abatido! ¡Aquel que está perdido, que combata! (Brecht).
¡Proletarios de todos los países, uníos!
El Buró Político del Comité Central