La represión, desaparición y asesinato de nuestros compañeros estudiantes de Ayotzinapa y de nuestros camaradas no quedará impune.
Declaración política del Comité Central del PCM sobre la represión y los asesinatos contra el pueblo trabajador.
La represión y el asesinato contra el pueblo trabajador, del cual forman parte los compañeros de la Normal Rural de Ayotzinapa, pone al descubierto que los elementos centrales de la crisis económica, y ahora profundizada con la política, del régimen de la burguesía monopólica, no han desaparecido. Contrario a las declaraciones optimistas y hasta victoriosas del gobierno de los monopolios, los efectos más agudos de la crisis económica no han sido superados. Los economistas de la burguesía se afanan por demostrar con algoritmos y fórmulas matemáticas una realidad que sólo está en eso, en sus fórmulas y sus algoritmos. Pero para los asalariados y los explotados la realidad es otra, es la que los precios en los artículos de consumo básico siguen en aumento incesante, que el nivel de consumo de los trabajadores sigue deprimido, que para el pueblo trabajador el futuro es de mayor pauperización, más pobreza, desigualdad y marginación.
Las reformas estructurales impuestas a los trabajadores han servido para incrementar los ritmos de explotación, para mantener los salarios en niveles de hace veinte años, que han arrojado a miles de mexicanos a la miseria, al subempleo, la migración, y también aunque en menor medida, a las manos de la delincuencia organizada, faz hiriente y repugnante de la irracionalidad del sistema de dominación capitalista.
Estas reformas tienen como objetivo rentabilizar el capital, sostener la tasa de ganancia, sobre la base del aumento en los ritmos de la desvalorización del trabajo asalariado, otorgando facilidades a un número muy selectivo de monopolios mexicanos socios de las trasnacionales norteamericanas y europeas, que han consolidado su poder mediante la aplicación de políticas en donde las jornadas de trabajo, los salarios y las condiciones generales en que se desarrollan sus asalariados son semejantes a las que existían en los albores del capitalismo y/o en las haciendas porfiristas.
La burguesía monopólica, anclada al devenir de los centros imperialistas, sobre todo de una potencia en decadencia como lo es los EUA, por su relación de socio menor, ha respondido históricamente a estas situaciones incrementando su control ideológico sobre los asalariados y la mayoría de los mexicanos; incrementando también la alienación y explotación de la mano de obra, así como poniendo en práctica métodos de represión y el cercenamiento de las libertades políticas.
Para eso les sirvió el Pacto, que se tradujo en un elemento clave para fincar la hegemonía, con el apoyo de una clase política que se ha mostrado servil a sus intereses, que incluso ha gozado sin freno de las bondades de la democracia burguesa. Triste papel ha desempeñado la izquierda neo-lombardista (PRD, PT, MC, MORENA), parte integrante de esta clase política en decadencia, ligada a la delincuencia y cómplice y actor de la represión contra el pueblo trabajador.
Sin embargo, como la estrategia mediática de las bondades de las reformas no ha funcionado, ya que la acumulación de capital es insuficiente y el crecimiento económico ha sido prácticamente nulo, porque los grandes centros imperiales inician procesos de deflación y tienen síntomas de paralización económica, así las tasas de crecimiento han impedido crear mercado nacional, agudizando el desempleo, lo que genera lucha, organización social, manifestaciones y resistencia a veces, la mayoría aún, aislada, sin coherencia, pero expresándose con fuerza, la burguesía monopólica y su gobierno se preparan para entrar a una nueva fase: la represión, ya que los mecanismos de control mediante la hegemonía dejaron de ser funcionales. Transitamos de un proceso de hegemonía, fincada en el “Pacto por México”, a uno de represión, que escala de selectiva a masiva.
Así, la represión y el asesinato de los compañeros de Ayotzinapa, como también el de nuestro camaradas el año pasado, se inscriben en un contexto de exacerbación de la lucha de clases en México. La burguesía y su gobierno buscan afanosamente recomponer el proceso de acumulación capitalista, sobre la base de incrementar los ritmos de producción, castrando derechos, seguridad laboral y generando una precariedad salarial profunda y lesiva para miles de asalariados y trabajadores, así como desatando una represión selectiva, primero y ahora masiva, contra dirigentes, luchadores y sectores sociales en resistencia.
La violencia del estado capitalista contra la clase trabajadora no es algo nuevo. A lo largo de la existencia de este sistema de explotación y miseria, los obreros, asalariados del campo y la ciudad hemos sufrido muerte y destrucción. El capitalismo mexicano en su fase de integración imperialista, pretende intimidar a la población para desmovilizarla y criminalizar la protesta popular, asesinando a sus dirigentes y sectores más combativos. Los nuevos gerentes de la oligarquía financiera en el poder, anuncian una etapa de represión, para detener la lucha social y reducirla al espacio de lo electoral, de la “modernidad” y de la movilización desde las cúpulas de los partidos políticos, porque desde ahí la movilización y la protesta son pervertidas, acotadas y manipuladas.
En este sentido no es novedoso que el clima de represión contra los luchadores sociales se dé en una entidad en la que desde hace años gobierna la llamada “izquierda institucional”, ya que ella pertenece al sistema de dominación capitalista que explota y asesina, en el contexto de la lucha de clases, a sus opositores, al pueblo trabajador.
El clima de represión crece cuando las condiciones de acumulación del capital a través de la posesión y explotación irracional de tierras, minas y recursos naturales como los bosques y el agua requieren mayor dominio caciquil. Acostumbrados de siempre, bajo el cobijo, la protección y el apoyo de gobernantes venales, corruptos y asociados con estos intereses capitalistas, y ahora armados y protegidos por los grupos del narcotráfico, los cacicazgos intentan expandir sus dominios sobre estos bienes y los gobiernos perredistas con su silencio, impunidad y colusión han coadyuvado a que estos poderes se mantengan y crezcan a costa del sufrimiento del pueblo. La represión contra los compañeros normalistas pone al descubierto la estrecha relación entre la burguesía, el poder político y el crimen organizado, ya que los centros de poder de los monopolios habían denunciado que las protestas de los normalistas afectaban sus “actividades comerciales”, es decir, el lavado de dinero.
Guerrero, como muchas entidades del país no se ha librado de los cacicazgos, de la prepotencia, la impunidad, el saqueo de los recursos naturales hoy y siempre en manos de las comunidades. Los caciques siempre han atentado contra los derechos del pueblo trabajador, a lo largo de la historia de este estado se han reproducido masacres y asesinatos impunes contra quienes se oponen a su poder.
De poco o nada ha servido la llamada “transición democrática” en esos estados, incluido el de Guerrero. Estamos ante un proceso acelerado de descomposición de la llamada “clase política” mexicana, que no distingue colores, ni nomenclaturas. Los intereses capitalistas, los negocios sobre los recursos naturales, la explotación irracional de los mismos se mantiene igual o peor. No nos hacemos ilusiones, el poder capitalista, basado en los ejes descritos se mantiene a pesar de que ahora gobiernan con una máscara “demócrata” y “moderna”. Esta es la modernidad que busca la “izquierda institucional”, la modernidad de la explotación de hombres y recursos naturales. La modernidad de la reproducción de la represión, desaparición y asesinatos para amedrentar, para desorganizar, para desmovilizar. Nada ha cambiado, a pesar de que hubo un cambio.
Denunciamos la represión, la desaparición forzosa y los asesinatos contra el pueblo trabajador y sus organizaciones sociales, contra los estudiantes, obreros, campesinos y colonos, exigimos al gobierno del estado una investigación pronta, clara, transparente, pero no confiamos en él, como no confiamos en la legalidad burguesa que engaña, solapa y protege a los asesinos del pueblo trabajador.
Llamamos a incrementar y fortalecer la resistencia, las movilizaciones, al apoyo solidario de compañeros y organizaciones hermanas. Llamamos a la resistencia en cada colonia, pueblo y comunidad, en cada escuela, en cada centro de trabajo, en cada fábrica. No nos amedrentarán, no nos desmovilizarán, por el contrario incrementaremos nuestras acciones para impulsar la organización de los trabajadores y asalariados del campo y la ciudad, al margen de los partidos del sistema de dominación.
La represión, desaparición y asesinato de nuestros compañeros estudiantes de Ayotzinapa y de nuestros camaradas no quedará impune. Seguiremos la organización independiente, para construir el partido revolucionario de la clase obrera, retomaremos las banderas que nuestros compañeros y camaradas han enarbolado y por las que fueron inmolados por la represión de un sistema capitalista irracional y asesino.
¡Proletarios de todos los países, uníos!
El Comité Central del Partido Comunista de México