De la renuncia a la deposición, un movimiento que desplegar
Felipe Cuevas Méndez
El Estado mexicano exige la renuncia del pueblo a ejercer sus derechos sociales, exige la renuncia al reclamo por la presentación de los 43, exige la renuncia a una historia sin opresión; eso y mucho más está detrás de sus hechos, chantajes y declaraciones. ¿Habíase visto régimen más descarado? Su problema es que además sabe que si el pueblo no renuncia a sus exigencias de hoy, tendrá que oponerse firmemente al Estado que lo subyuga.
Un régimen acorralado que trabaja por desacreditar a los oprimidos con la cantaleta tradicional de que nos mueven intereses oscuros y manipulaciones alevosas contra la inocencia del Estado, ver para creer. Un régimen de intereses imperiales, coludido con todas las agencias yanquis, manipulado por todas las dependencias del gran capital, pretende que el pueblo renuncie a su legítima lucha, y todavía que se resigne dócilmente a la sangrienta salida militar.
Los hechos vueltos de cabeza, un Estado criminal que criminaliza al pueblo, una plutocracia ofendida por los reclamos populares frente a la miseria escandalosa producto de sus políticas, unos partidos políticos parasitarios que se creen destinados a gobernar por siempre, una burocracia pomposa apegada a un patrón de corruptelas, unos aparatos represivos contrariados ante la resistencia popular, una mediática embustera que desautoriza toda verdad. Justo en el momento en que el Estado queda evidenciado en la última de sus artimañas asesinas; recoge las acciones que lo hunden para “exaltar” sus funciones entre provocaciones y represión con la engañifa de hacerse el ofendido, así es, el mismo régimen de siempre, con la alevosía de toda la vida contra los pobres del campo y la ciudad.
Ya este narco Estado es incapaz de percibir las direcciones en el cambio de conciencia social que forjan en el pueblo una perspectiva de ruptura desenmascarando continuamente su carácter y agresiones. Estas direcciones consisten en la comprensión popular de que el actual Estado es factor estelar de las tragedias sociales que le ocurren, que es una maquinaria al servicio de los capitalistas de toda calaña, que simboliza un poder opresivo a espaldas de los intereses populares, que va contra la naturaleza y condición de una sociedad verdaderamente libre, que es un arsenal de violencia institucional contra el pueblo.
El Estado burgués mexicano está incapacitado para “ponerse a la altura” de los acontecimientos; puesto que sus cualidades estructurales lo ponen en oposición a todo cambio progresista o democrático, para no hablar de su disociación respecto de la necesidad de cambios revolucionarios. Se dice que el Estado debiese reformarse, pero por toda evidencia de sus actos de poder y estructuras la susodicha reforma resulta un imposible, todo cuanto hace son esencialmente contrarreformas y fundamentos de un Estado neocolonizado de tendencias ultra reaccionarias.
Es verdad que la disminución del Estado frente a lo social tiene que ver con las condiciones que éste abonó en la conformación de los actuales antagonismos del país y la ruina en que se hunde, dicha disminución se proyecta en tres direcciones principales:
- La primera viene de las pretensiones oligárquicas de liquidar el elemento de “política social”, vislumbradas en sus round de sombra entre Televisa, los monopolios afectados en el proyecto de tren México-Querétaro, la casita blanca y el poder ejecutivo, que resaltan las amenazas internas de la burguesía para con Los Pinos exigiendo la asunción de mano dura o la destitución por algún duro mandamás beltroniano, si es que el actual inquilino no puede cumplir más con su rol.
- Otra más ambigua y oportunista que rechaza al Estado, pero para relegitimarlo por un individualismo que postula el poder del mercado, el consumismo y las concesiones mínimas para cierto equilibrio entre las clases, bajo la cristalización de la cultura de masas del capitalismo con un Estado degradado, menos intervencionista.
- La tercera que surge de la crítica en las entrañas de sus contradicciones, por la opresión descubierta sobre las inconsistencias del Estado frente a los intereses de las clases populares hacia la conciencia social antagónica, rechazándolo en su raíz, avizorando un Estado de los explotados y oprimidos.
El Estado está disminuido por las consecuencias de sus acciones, en estos aspectos simplemente brotan las pugnas de clases, pero eso lo hace más peligroso porque en su desestabilización general, las mismas clases dominantes lo conducen a la máxima forma represiva frente a cualquier situación que se les salga de control.
Tal es el debate entre las ofertas políticas burguesas y la lucha por un mundo nuevo en el modo de organización social y pensamiento revolucionario del pueblo mexicano. La burguesía y sus aparatos siguen apostando a su hegemonía, en su mecánica se empecinan en los pasos de su tradicional política contra el movimiento: 1.- aislar a quienes combaten, 2.- arrebatarles sus banderas, 3.- difamar a sus protagonistas, 4.- imponer su versión de los hechos, 5.- reprimir los reductos. Pero esta vez nada les salió bien, a pesar de los graves daños que ocasionan, ni uno solo de sus postulados logró quebrar al movimiento, todo lo contrario, sirvieron para ponerlo a prueba, para redefinir el horizonte de lucha al punto de la necesidad de un poder popular y proletario.
Ya que no aceptan las responsabilidades de su crimen, los opresores se hundieron en sus juegos de poder congraciados en que todo se resolvía con arreglos entre cúpulas engañando a nuestro pueblo. Sus viciadas relaciones de poder no les permitieron retomar alguna objetividad en sus acciones que finalmente trabajaron en su contra, sus mentiras, su siembra de versiones oficiales, una tras otra, quedaron en el descrédito, cada día que pasa los 43 se nos presentan como reos inconfesables del más grande crimen de Estado, así hubiese una derrota total del movimiento, el Estado quedará manchado de sangre hasta el último de sus días.
Su geometría política que siempre llevaba la voz de mando, que conducía “la vida nacional” y marcaba “la opinión pública”, hoy es prédica de laboratorios, le hace daño el sol, no soporta la crítica popular; en breve tiempo está siendo desplazada del centro gravitacional de la acción política para replantearnos la lucha de clases en un contexto especial. Llega el momento de trazarse la soberanía del pueblo a través de nuevas instancias que organicen, resguarden y direccionen sus luchas. Ya el pueblo y sus sectores protagonistas no deben renunciar a esta gran conquista de la que depende su vida y su porvenir, organizarse independientemente.
En diciembre se impulsan importantes tareas, todas ellas se enfocan al crecimiento de la lucha, al no abandono de las demandas, aun cuando se presenten divergencias de procedimiento, tienen la misión de agotar la fase actual de la lucha y sus formas, de buscar el desarrollo del movimiento popular y revolucionario, de superar el auto-bloqueo permitiendo el desarrollo de la representación popular (y el sentido de la democracia popular) en cualquiera de sus manifestaciones.
Ahora que el régimen vuelve a ensañarse con la indoblegable Ayotzinapa, la exigencia de renuncia de Peña Nieto es coherente con los intereses populares en tanto es indispensable a cualquier solución progresiva de la situación actual, y en el sentido de que ello es un punto de partida al desarrollo de un nuevo contexto para la lucha de clases, la línea revolucionaria emana de las actuales condiciones de las clases y sectores populares, hay que dar este empujón al sistema para que se desborde el movimiento de masas en formas de combate que lo escalen. Efectivamente la renuncia de este personaje sólo puede producirse por efecto de un movimiento fortalecido, renuncia formal, deposición real a manos del pueblo.
Aunque la oligarquía sugiere que su apoyo a Peña no es definitivo en caso de que este señor no pudiera servir con eficacia a sus intereses, su apuesta es y será al recambio de un político burgués por otro político burgués.
Pero esas son sus cuentas alegres, sus apuestas en la contienda (y no se puede hacer nada por evitarlas, es parte del riesgo de toda lucha); ciertamente la deposición del poder de tan nefasto títere se puede convertir en una fuerza real para que el pueblo pueda cambiar a los gobernantes, a las estructuras del poder, y sucesivamente darse sus propias autoridades, concretar muchas demandas democráticas y cambiar al Estado.
El pueblo no sueña en que la salida de Peña Nieto resuelva todos sus problemas o cambie de raíz la naturaleza del Estado, se mezclan su indignación y convencimiento de que este personaje telenovelero es un impedimento a sus demandas y que es un golpe necesario al Estado opresor. Ningún proceso revolucionario en la historia ha cambiado por completo el viejo orden sin antes acumular pequeñas victorias y grandes fuerzas. Pero el pueblo es consecuente en que con este acto romperá la línea de la política dominante, abrirá el expediente de los crímenes de Estado, rescatará a sus hijos de las penumbras, reimpulsando sus facultades de lucha al desequilibrar la relación de fuerzas existente. El pueblo no confía en las demás instituciones e instrumentos desacreditados del Estado, pero acrecentará la convicción de que ninguna de ellas tendrá legitimidad, ni podrán tomar fácilmente la conducción del país por los cauces de siempre.
Si el pueblo mexicano construye organización general (germinación de un poder popular de combate) sin perderse en formalismos legaloides, para este y otros actos sus demandas se alcanzarán. La salida de Peña Nieto entre otras cuestiones requiere de instrumentos políticos del pueblo, más poderosos, de un elevado consenso nacional sobre la base de sus intereses. La juventud, los campesinos, las mujeres, el proletariado, la intelectualidad y sectores laboriosos saldrán convalidados en sus aspiraciones históricas, tienen una posibilidad en frente al desplegar nuevas luchas bajo su propia bandera y dirección, por eso hoy deben golpear por el punto más débil del Estado siendo además su centro de poder político, abriendo un escenario de multiplicidad de sus luchas, de mayor calado en sus aspiraciones políticas de emancipación; es por este punto que nuestros reclamos se potenciarán sin importar los plazos que se tome la lucha, sino la concentración de sus fuerzas.