Intervención de la camarada Lídice Guerra Santos en nombre del PCM en el Seminario Internacional del Partido Comunista de Grecia La especialización del trabajo de los partidos comunistas entre las mujeres. Intercambio de experiencias sobre la cuestión de la mujer” los días 10 y 11 de noviembre de 2016 en Atenas, Grecia.

Queridas y queridos camaradas:

Transmitimos un saludo fraternal en nombre del Comité Central del Partido Comunista de México a los camaradas del Partido Comunista de Grecia que han organizado éste seminario sobre la actividad de los partidos comunistas y la cuestión de la mujer. Saludamos igualmente a los partidos comunistas y obreros hermanos que en él están participando.

En la historia de la lucha por la emancipación de la mujer, la contribución de los comunistas es esencial; puede asegurarse que Marx y Engels, a través de su obra teórica y de su intervención política en la Liga de los Comunistas, la Asociación Internacional de los Trabajadores y en la II Internacional, sentaron las bases para la acción emancipadora de la mujer trabajadora. Mucho antes que cualquier movimiento feminista, los comunistas levantaron las banderas de la cuestión de la mujer, sus reivindicaciones y derechos negados por el modo de producción capitalista y por los anteriores modos de producción basados en la división de la sociedad en clases. Aunque la moderna sociedad burguesa establece la ciudadanía por igual a mujeres y hombres para que concurran cotidianamente a vender su fuerza de trabajo, lo cierto es que establece de segunda categoría el valor del trabajo de la mujer proletaria, además de que la institución familiar se convierte en un espacio de opresión cuyo objeto es permitir la reproducción de la fuerza de trabajo por medio del trabajo de la mujer, tradicionalmente responsable de las labores domésticas. Los comunistas, en la vanguardia, colocaron la cuestión de la opresión de la mujer estableciendo la tesis de intervención de los partidos marxistas-leninistas: la emancipación de la clase obrera será posible sobre la base de la emancipación del conjunto de los oprimidos: mujeres, nacionalidades, etc.

Los comunistas en la vanguardia han organizado a la mujer, le han dado protagonismo en las luchas revolucionarias y en la cotidianidad de la lucha de clases y han desarrollado iniciativas de gran trascendencia, como el Día Internacional de la Mujer Obrera el 8 de Marzo. Marx, Engels, Bebel, Luxemburgo, A. Kollontai, Ines Armand, Clara Zetkin, Lenin, Nadezhda Krupskaya, con su pensamiento y acción han indicado un camino revolucionario para poner fin a la opresión de la mujer.

La Gran Revolución Socialista de Octubre demostró cómo el poder obrero construye una sociedad sin explotación del hombre por el hombre, y consecuentemente da pasos concretos para la liberación de la mujer, así como de las nacionalidades oprimidas. La sociedad que empezó a forjarse con el derrocamiento del capitalismo, la instauración de la dictadura del proletariado, la socialización de los medios de producción concentrados etc., generó condiciones materiales, ideológicas y culturales que posibilitaron grandes avances en la igualdad/emancipación de la mujer. Ello es palpable y cuantificable, en términos de progreso educativo, cultural y laboral de la mujer en la sociedad socialista. Creemos que al acercarnos al centenario de la Revolución Socialista de Octubre, entre muchas cuestiones a destacar, se encuentra la contribución de la construcción socialista-comunista a la cuestión de la emancipación de la mujer, y que en esa tarea debemos comprometernos.

Como resultado directo del triunfo de la Revolución Socialista de Octubre, la Internacional Comunista contribuyó a la creación en 1919 del Partido Comunista de México, que además de sus tareas entre la clase obrera se distinguió por su trabajo entre las mujeres, destacándose en el Siglo XX por ser el más consecuente en la búsqueda del sufragio para las mujeres, en la conquista de los derechos políticos para que las mujeres pudieran contender por cargos de elección popular, por mejores condiciones de trabajo, por el derecho al aborto, por los derechos reproductivos y sexuales, por el derecho al divorcio. Se destacaron en esta labor las comunistas Consuelo Uranga, Benita Galeana, Frida Kalho. Enfatizamos que se trató de una labor distintiva a la atmósfera ideológica y cultural prohijada por la clase dominante, simbolizada por lo que llamamos “machismo”, elemento consustancial de la ideología dominante de nuestra sociedad basado en la opresión y discriminación de la mujer.

Los comunistas en México forjaron instrumentos para organizar a la mujer y sus luchas, y desde ellas se aportó a la Federación Democrática Internacional de Mujeres (FDIM).

Fuertemente influenciado por el browderismo, el primer PCM relajó sus posiciones ideológicas y organizativas desde los años 40; en los años 70 su composición de clase era ya predominante de la pequeña burguesía, que prontamente asumió las tesis oportunistas del eurocomunismo, renunciando a la dictadura del proletariado y al centralismo democrático, haciendo de la democracia burguesa un valor absoluto, hasta disolverse en 1981. Además de ese duro golpe, la clase obrera de México tuvo que enfrentar los años de la contrarrevolución que derrocó al socialismo en la URSS y otros países, y sólo hasta el año 1994 inició un proceso de reorganización del Partido Comunista de México, en medio de dificultades ideológicas, organizativas y políticas; por lo que debe tenerse claro que también el trabajo de los comunistas entre el movimiento obrero sindical, de masas, juvenil y de la mujer, fue severamente afectado.

Aunque el proceso de reorganización inicia en 1994, es hasta el año 2009-2010 -a partir del IV Congreso del PCM-, que en medio de una lucha contra corrientes oportunistas recuperamos a plenitud el marxismo-leninismo y consecuentemente inicia un repunte organizativo y de intervención en el movimiento obrero-sindical, que es nuestra prioridad, es decir entre hombres y mujeres trabajadores, seguido del trabajo de la juventud comunista. El Comité Central del PCM es consciente de la imperiosa necesidad del trabajo específico entre las mujeres, pero nuestras fuerzas y prioridades sólo nos han permitido hasta años recientes asumir esa tarea.

En Septiembre del 2014 el V Congreso del PCM creó la Comisión de la Mujer, y fue hasta el 8 de Marzo del año 2015 que pudimos realizar la Primera Conferencia sobre la Emancipación de la Mujer, donde la discusión reflejó nuestras dificultades, retrasos y también nuestras tareas urgentes.

En primer lugar, en la cuestión ideológica: es claro que tenemos un gran trabajo para confrontar las corrientes del feminismo burgués y pequeñoburgués, sobre todo el que caracteriza la cuestión como una disputa de géneros, o el discurso antipatriarcal descontextualizado de la lucha de clases. Por ahora predominan en el movimiento de la mujer en México tendencias pequeñoburguesas y también del trotskismo y del anarquismo, que maximizan la cuestión del patriarcado como base de la opresión. Nuestra Conferencia sobre la emancipación de la Mujer concluyó en colocar el criterio de clase de la explotación del trabajo asalariado como esencia de la cuestión.

En segundo lugar, la tarea de crear una organización clasista de todas las mujeres trabajadoras, que reivindique los objetivos contemporáneos de la mujer trabajadora.

En tercer lugar, las dificultades que tienen nuestras propias camaradas mujeres para desarrollar plenamente su militancia, derivadas de valores culturales y condiciones económicas que por las cadenas de las labores domésticas limitan su participación.

El PCM es consciente de que debe librar una lucha ideológica constante para que todos los militantes comunistas no sólo luchen por la sociedad futura del socialismo-comunismo, sino para que en la cotidianidad tengan una actitud comunista en la cuestión de la mujer, contribuyendo a crear condiciones para que las camaradas superen las dificultades para militar en igualdad de circunstancias.

Como se puede apreciar, nuestra labor en esa dirección es embrionario.

Camaradas:

Actualmente en México las tareas para la emancipación de la mujer son más urgentes y necesariamente impostergables. La estadística de la explotación capitalista nos muestra que la mujer trabajadora en México tiene menor salario, menores derechos laborales, más difíciles condiciones de trabajo, que es el grueso de la mano de obra en las maquiladoras y el outsourcing, así como en general del trabajo precarizado.

Concomitante a ello, la ola de violencia contra la mujer que conocemos como feminicidios afecta en su mayor porcentaje a la mujer trabajadora, en casos emblemáticos que se han llegado a conocer internacionalmente, como el de Ciudad Juárez, Chihuahua y varias otras ciudades industriales del país Han sido 40,000 mujeres asesinadas en las últimas tres décadas, 6,488 sólo en los últimos tres años.

La caracterización este fenómeno de violencia contra las mujeres es una tarea compleja: en México ni siquiera hay estadísticas precisas, aunque que su manifestación en formas cada vez más violentas e impunes aumenta en forma alarmante. Pero sí es claro que quienes la sufren en mayor proporción son las mujeres proletarias, que viven en zonas rurales empobrecidas o en periferias urbanas marginadas, expuestas a la opresión machista porque no cuentan con medios económicos o preparación profesional que les permita enfrentarla, que deben migrar de sus comunidades para acceder al estudio o el mercado laboral; en suma, las que son parte de las familias trabajadoras.

El capitalismo al llegar a sus límites históricos desata la barbarie, la violencia, la sobreexplotación contra la clase obrera, y de manera muy clara contra la mujer trabajadora. Este modo de producción convierte a mujeres y hombres trabajadores en una mercancía más, cuyo valor debe ser extraído en la forma más eficiente para la generación de ganancia, así sea por medio de la explotación laboral o sexual, la trata de personas, la esclavitud, el tráfico de órganos, etc. El desbordamiento de la crisis sistémica golpea terriblemente a las familias trabajadoras, pero en especial afecta a sus mujeres, niñas y jóvenes. No sólo deben sacar adelante a sus familias con raquíticos salarios, sino enfrentarse sin protección alguna del Estado burgués a la delincuencia y descomposición social que brota aparejada con el deterioro del nivel de vida de la población en general. Si hoy en el mundo se dice que es un riesgo ser mujer, el riesgo es exorbitante si se es mujer y se es proletaria.

¿A quién le importan las niñas, jóvenes y mujeres trabajadoras? A pesar de su discurso formal de igualdad social y jurídica, para el Estado capitalista los derechos y la vida de las mujeres trabajadoras no tienen importancia alguna más allá de su valor como fuerza de trabajo y medio de reproducción de la misma. En México, frente a la violencia cometida contra las mujeres y niñas ya sea por individuos machistas o por el fenómeno de acumulación originaria que se expresa como delincuencia organizada, las víctimas además enfrentan la negligencia sistémica de la estructura policíaca y judicial, los prejuicios machistas, y la abierta complicidad y protección de los victimarios por la maquinaria estatal corrupta en todos los niveles. Mientras se destinan fondos millonarios a proteger las inversiones de los grandes monopolios, no existe tutela del Estado ni suficientes recursos públicos para garantizar la vida, los derechos y la protección de las niñas, jóvenes y mujeres trabajadoras. Los cuerpos vejados y masacrados de las niñas y las mujeres continúan apareciendo por todas partes, y en muchos casos sus nombres ni siquiera alcanzan más allá del espacio de la nota roja. El fenómeno va en aumento pues frente a la negligencia y complicidad criminal del Estado los acosadores, abusadores y asesinos se saben impunes. La violencia contra la mujer trabajadora se caracteriza como violencia de género, pero es ante todo y primariamente violencia de Estado, violencia de clase.

La lucha de los comunistas para concientizar y organizar a la clase obrera requiere de la especialización y mayor intervención en el frente de la mujer trabajadora. Es necesario que los y las comunistas fortalezcan y orienten la lucha clasista de las organizaciones y frentes de mujeres trabajadoras; que se incluyan las demandas específicas de las mujeres trabajadoras en la lucha obrero sindical, como protección de la maternidad, guarderías, servicios públicos y de calidad para la atención de la niñez, etc.

Sabemos que el sudor y la sangre de las niñas, jóvenes y mujeres trabajadoras es alimento del capitalismo, este sistema criminal y machista en el que es imposible alcanzar una vida libre de prejuicio, sufrimiento y violencia sin erradicarlo definitivamente de la faz de la tierra.