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Contribución del Partido Comunista de México presentada por el camarada Pável Blanco Cabrera en el homenaje a Karl Liebknecht, Rosa Luxemburgo y los comunistas espartaquistas, el 12 de Enero en la Ciudad de México.

Estimadas compañeras y compañeros:

Hace unos meses, a principios de Agosto realizamos el VI Congreso del Partido Comunista de México, y entre muchas resoluciones adoptamos la de conmemorar el centenario de la Internacional Comunista y de la creación de su Sección Mexicana, ambos acontecimientos en Marzo y Noviembre respectivamente, de éste 2019.

Decidimos un plan de actividades anual, muy intenso, político, histórico, cultural, teórico e ideológico, iniciando en Enero, recuperando una Jornada que durante muchos años realizó la Comintern cada Enero, la llamada Jornada Liebknecht-Luxemburgo-Lenin, en la que se involucraban miles de trabajadores, como lo registra el periódico El Machete, sobre todo en aquel Enero de 1929 –hace 90 años- en que fue asesinado Juan José Martínez, miembro del Comité Central del Partido Comunista de México, y  más conocido como Julio Antonio Mella, en las calles de Abraham González y Morelos de ésta Ciudad.

Bueno, para conmemorar ahora el centenario también de la Revolución Alemana, de la fundación del Partido Comunista de Alemania y de asesinato de Rosa y Karl nos propusimos, como parte de muchas actividades que estamos haciendo, aceptamos la invitación del Comité de Homenaje a Karl, Rosa y los Comunistas espartaquistas en el que afortunadamente se han involucrado individuos, colectividades, sindicatos y organizaciones. Y antes de iniciar nuestra reflexión les queremos proponer que esta iniciativa permanezca, que cada año llevemos adelante un homenaje a los revolucionarios proletarios alemanes, en tanto que en nuestra opinión hay lecciones vigentes.

 

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Lenin al instalar el Primer Congreso de la Internacional Comunista afirmó con vehemencia que Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht eran los mejores representantes de la III internacional, no obstante los debates de casi dos décadas en los que chocó con Luxemburgo, y que recapitula en Notas de un publicista en el año 1922. Los vamos a mencionar de paso, aunque queremos detenernos sobre todo en el periodo de la primera guerra imperialista y la época de revoluciones sociales que se inaugura en 1917 con la Gran Revolución Socialista de Octubre.

“Rosa Luxemburgo se equivocó en el problema de la independencia de Polonia; se equivocó al enjuiciar en 1903 el menchevismo; se equivocó en la teoría de la acumulación del capital; se equivocó en julio de 1914, cuando defendió con Plejánov, Vandervelde, Kautsky y otros la unidad de los bolcheviques y los mencheviques; se equivocó en sus escritos de la cárcel, en 1918 (por lo demás, ella misma corrigió, al salir a la calle, a fines de 1918 y principios de 1919, la mayor parte de sus errores). Pero, a pesar de todos los errores, Rosa Luxemburgo fue y seguirá siendo una águila; y no sólo será siempre entrañable para todos los comunistas su recuerdo, sino que su biografía y sus obras completas (cuya edición demoran demasiado los comunistas alemanes, quienes sólo en parte merecen ser disculpados por la inaudita cantidad de víctimas que sufren en su dura lucha) serán utilísimas enseñanzas para educar a muchas generaciones de comunistas de todo el mundo. "Después del 4 de agosto de 1914, la socialdemocracia alemana es un cadáver hediondo": con esta máxima entrará el nombre de Rosa Luxemburgo en la historia del movimiento obrero mundial. (1)”

Citamos extensamente a Lenin, y además conociendo esos debates, afirmamos que nosotros nos colocamos de lado de los bolcheviques y de Lenin, pero que de la misma manera reconocemos y admiramos la obra teórica y política de la rosa roja de la revolución y de sus/nuestros camaradas espartaquistas.

Vayamos en concreto a la Revolución Alemana de 1918.

A pesar del Manifiesto de Basilea, la II Internacional, corroída por el oportunismo y el reformismo, ya en plena descomposición, en abierta traición a sus orígenes y principios, en abierta traición al proletariado internacional, llamó a participar en la guerra, apoyando a sus burguesías en contra de sus hermanos trabajadores de otras naciones. Fue a contracorriente la oposición dentro del movimiento obrero, organizada en Zimerwald, donde destacaban dos organizaciones revolucionarias, la rusa de los bolcheviques, y la de los alemanes que conformarían el espartaquismo. Ejemplar fue el comportamiento de Karl Liebknecht quien siendo diputado votó contra los créditos de guerra y se le opuso públicamente, a pesar de los costos, entre ellos ser encarcelado.

Este proceso de descomposición de la II Internacional tuvo todo su epicentro en el Partido Socialdemócrata de Alemania, que empezó por deformar la obra de Marx, tergiversándola, y que como sabemos llegó al extremo de mutilar textos de Engels, cuando el aún estaba en vida, como la famosa introducción de 1895 a la Lucha de clases en Francia, contra la que protestó. La esencia de los oportunistas es que con el desarrollo del partido obrero y su influencia, se podían gradualmente conquistar cambios, a través de las reformas y acrecentando la fuerza electoral y parlamentaria de la socialdemocracia, por lo que ya no era necesaria la revolución, ni la violencia revolucionaria, ni el derrocamiento del Estado burgués, ni la dictadura del proletariado, ni el programa máximo, pues la esencia del reformismo era lo planteado por Bernstein de que el movimiento lo es todo y el fin es nada. En el seno del PSDA hubo contra este abandono del marxismo una resistencia, de la que en principio participaba Karl Kaustky -que después se suma al oportunismo- y en la que destacaban Rosa Luxemburgo, Franz Mehring, Clara Zetkin y Karl Liebknecht. Fuera de Alemania quien principalmente choca con el oportunismo, muy tempranamente, es Lenin, no solo contra el que se expresa en Alemania, sino contra su personificación en Rusia, los mencheviques, con una diferencia importante: en Rusia los revolucionarios dan pasos para formar un partido propio sin oportunistas y contra los oportunistas, que se templa en esa lucha, y en las tres revoluciones que les toca vivir: la de 1905, la de Febrero de 1917 y la de Octubre, la Revolución Socialista. Los revolucionarios alemanes aguardan muchos años para dar ese paso, de hecho tienen gran confianza en ganar a las masas obreras socialdemócratas y discrepan de la idea del partido de cuadros y de los principios y normas leninistas de organización, del centralismo democrático. Cuando ya es insostenible pertenecer al PSDA por la cuestión de la guerra se suman a una posición intermedia, el USPD (Partido Socialdemócrata Independiente) de Kautsky, la II Internacional y media, en 1915, y es solo hasta diciembre de 1918, cuando ya estalló la Revolución que dan el paso de crear el Partido Comunista de Alemania- KPD. Es cierto que estaban agrupados en la Liga Espartaco, pero hay muchas diferencias entre lo que puede hacer una corriente política y lo que puede hacer un partido de vanguardia.

Porqué la tarea del partido de la clase obrera, del partido revolucionario de nuestra época, del partido comunista no es solo agitar y educar; no es solo fusionar, como decía Engels el socialismo científico con el movimiento obrero; tiene que ver con la consciencia de clase, que es como bien sostiene el ¿Qué hacer? exterior al movimiento obrero, tiene que ver con la tarea de Estado Mayor de la clase obrera en la lucha revolucionaria, con poder determinar la ofensiva, el repliegue y las maniobras necesarias, tanto en el auge como en el reflujo de la lucha de clases, y sobre todo en los momentos históricos de la situación revolucionaria, los “días que valen por años”, en que se condensan todas las contradicciones de clase, a decir de Lenin:

-  La imposibilidad para las clases dominantes de mantener su dominio en forma inmutable; tal o cual crisis en las “alturas”, una crisis de la política de la clase dominante, abre una grieta por la que irrumpen el descontento y la indignación de las clases oprimidas. (Que “los de arriba no puedan vivir” como hasta entonces)

- Una agravación, superior a la habitual, de la miseria y las penalidades de las clases oprimidas. (Que “los de abajo no quieran” vivir como antes)

-  Una intensificación considerable, por las razones antes indicadas, de la actividad de las masas, que en tiempos “pacíficos” se dejan expoliar tranquilamente, pero que en épocas turbulentas son empujadas, tanto por la situación de crisis en conjunto como por las “alturas” mismas, a una acción histórica independiente.

En esos momentos es mortal andar con vacilaciones, o improvisando. Ahí es donde el Partido y sus cuadros requieren de toda la calidad, de su preparación de años, de décadas. Fue muy importante el paso de los espartaquistas del 30 y 31 de Diciembre de 1918 y 1 y 2 de Enero de 1919, en el primer Congreso del Partido Comunista y la adopción de un programa revolucionario y clasista con base en el marxismo, más se había perdido mucho tiempo, un tiempo valioso para la preparación, la experiencia. El debate que se aprecia en las actas del Primer Congreso del KPD con el ultraizquierdismo nos muestra que faltaba cohesión, que se enfrentaba el problema de la fraseología, que no había la precisión científica en las consignas y objetivos tácticos.

Por lo cual consideramos que el Partido Comunista es un elemento imprescindible y consustancial de la Revolución Socialista, y por ello en todo momento tenemos que trabajar por su construcción, sus vínculos con la clase y su norte ideológico revolucionario. Hoy día, no solo consideramos un error, sino algo patético que algunos que se denominan marxistas sigan militando en formaciones socialdemócratas como MORENA, Syriza, PODEMOS, Die Linke, PT Brasileño, etc. con el argumento de que ahí están las masas.

Otra lección fundamental tiene que ver con el rol de la socialdemocracia. No es solo la traición al marxismo, su descomposición, es que además pasó a integrarse como un pilar de la dominación capitalista, como una columna firme de la dictadura de clase de la burguesía; agentes de la burguesía en el movimiento obrero, así les llamaban los bolcheviques, pero por su rol en Alemania, cuando con la República de Weimar se convierten en bomberos de la Revolución, pasan a ser una fuerza de choque de la contrarrevolución y esa característica no es solo atribuible a Ebert y Noske, ni a la socialdemocracia alemana de esos años, hablamos de que es una característica general de la socialdemocracia entonces y hoy. Hablamos por ejemplo de la vergonzosa intervención militar del gobierno socialdemócrata de Lula   en Haití, del apoyo a la guerra y el anticomunismo de toda la socialdemocracia en Europa, de Syriza agrediendo al movimiento obrero de Grecia con brutales medidas de desvalorización del trabajo y austeridad, o de la Guardia Nacional, la brutal embestida contra la juventud con trabajo precario y sin derechos entregado gratuitamente a los monopolios, el tren Maya, las ZEE, el TMEC por parte de la nueva socialdemocracia en México. Y nosotros extraemos esa lección de la Revolución espartaquista: tenemos que librar una lucha irreconciliable contra la socialdemocracia en todos los terrenos, sin concesiones, milímetro a milímetro. Por ello a contracorriente nos hemos posicionado contra el gobierno de López Obrador y hemos realizado la primera protesta desde las posiciones de clase obrera en su contra, justamente el día primero de Diciembre.

Queremos decirles también, que tenemos la opinión del rol contrarrevolucionario de fundaciones que con fondos de la UE difunden las posiciones del anticomunismo e ilusiones en la socialdemocracia, como aquella que enlodando el nombre de la revolucionaria Rosa Luxemburgo se denomina así, y que funciona en varios países, entre ellos México. También es vergonzoso ese sindicalismo y ONG de tránsfugas del marxismo que reciben financiamiento de la Fundación Friedrich Ebert, uno de los verdugos de la clase obrera alemana.

Rendimos homenaje sincero a nuestros camaradas alemanes y siguiendo el ejemplo planteado con valentía por Karl Liebknecht expresamos que la lucha contra el imperialismo no es contra algo exterior, que es la lucha contra nuestra propia burguesía, a la que tenemos que derrocar para que llegue el poder obrero, la socialización de los medios de producción, el control obrero, la planificación central de la economía, lo que siguiendo la Crítica del Programa de Gotha llamamos el socialismo-comunismo.

Muchas gracias.

(1) Lenin, Vladimir Ilich; Obras Completas, Tomo 36, Editorial Cartago, Página 169