Gane quien gane pierden los trabajadores
Pável Blanco Cabrera
Primer Secretario del CC del PCM
Estamos ya en el inicio de la campaña electoral para renovar la Presidencia de la República, las cámaras de Senadores y Diputados, varias gubernaturas y presidencias municipales. El desarrollo del sistema político mexicano, sobre todo a partir de la reforma salinista en materia electoral, dio como resultado el perfeccionamiento de la dictadura de clase de la burguesía: en lugar del fraude el día de las elecciones con el “embarazo” o robo de urnas, con la compra del voto, los actos atrabiliarios contra los representantes de oposición en las casillas, la alteración de las actas de casilla, distrito, e inclusive nacionales, hoy se llegó ya al punto en que el fraude está efectuado previamente –y ello no inhibe trampas como el reparto de despensas, programas sociales, dispositivos como los de MONEX, o la alteración digital del computo, etc. que más bien se inscriben en el marco de las contradicciones y pugnas interburguesas.
El asunto esencial
Cuando Carlos Salinas de Gortari promueve la reforma electoral durante su sexenio (1988-1994) el contexto internacional y nacional es de un ataque generalizado del capital contra la clase obrera y sus organizaciones, el avance contrarrevolucionario en la URSS y el repliegue ideológico, político y organizativo de los partidos comunistas, lo que propicia modificaciones cualitativas en la correlación de fuerzas y una serie de medidas políticas destinadas a reforzar la dominación de clase de la burguesía y excluir cualquier antagonismo socioclasista. Así se modela una reforma electoral que basada en la ciudanización impida la existencia en términos legales/electorales de cualquier partido revolucionario y en primer lugar del partido de la clase obrera, el partido comunista. Una noción restringida de democracia, consistente en legitimar, fortalecer y defender al Estado burgués y su institucionalidad, es decir un rejuego político donde pueda existir la disputa pero con el rumbo inamovible de asegurar la dominación de los monopolios, la llamada alternancia; El gran secreto es que los partidos en escena representen los intereses de una sola clase social, con toda la libertad para expresar gestiones varias del capitalismo pero asegurando su continuidad. Para esta noción de democracia puede existir una derecha, una izquierda, un centro, y un espectro más variado, pero en los marcos del sistema, y todo lo que pueda desestabilizarlo debe ser excluido y limitado de origen, con medidas programáticas y una legislación ad hoc: el compromiso de mantenerse en los marcos de la ley, de promover la democracia burguesa, de permitir la injerencia del Estado en la vida interior, de entregarle los datos, nombres y direcciones de cada militante, de admitir que no es de la soberanía de los integrantes de un partido de quien depende decidir los estatutos sino de una instancia estatal; las plataformas electorales y propuestas programáticas deben inscribirse en la lógica del poder de los monopolios; las medidas para obtener el registro electoral (afiliados, asambleas) son inalcanzables de no contar con recursos millonarios, obtenibles por la venta de los principios al Estado. El proceso electoral está diseñado para que las campañas tengan efecto solo si son divulgadas en la publicidad televisiva y de otros medios de comunicación, también de millonarios costos; y la barrera electoral pasó del 1.5 al 3%.
Además de los partidos abiertamente burgueses (inscritos en la socialdemocracia, la democracia cristiana o el liberalismo) como el PRI, PAN o PRD, tenemos un falso partido ecologista, a uno de los grupos maoístas que es el PT que hipotecó su independencia convirtiéndose en un apéndice estatal al servicio del mejor postor ( y que permite al régimen presentar la existencia de una izquierda legal), a los evangélicos, y ahora también a la nueva socialdemocracia. Según la geografía política de la democracia burguesa en la derecha estarían el PAN y el PES, en el centro-liberalismo el PRI, PANAL, en el ecologismo el PVEM y en la izquierda a la socialdemocracia, PRD y Movimiento Ciudadano, la nueva socialdemocracia, MORENA y el maoísta Partido del Trabajo. Pero todos ellos, sin la mínima excepción están comprometidos con preservar el poder de los monopolios. El partido del capital con varias presentaciones.
Las coaliciones y los “independientes”
En la presente sucesión presidencial se han conformado coaliciones que no tendrían sentido si fueran apreciadas desde la perspectiva ideológica, pero que deben ser comprendidas en la disputa intercapitalista para alterar la gestión que habrá de seguirse en el próximo sexenio.
La Coalición Por México al Frente (PAN-PRD-MC), Juntos haremos historia (MORENA-PT-PES) y Todos por México (PRI, PVEM, PANAL). No están conformadas en una orientación ideológica, ni programática, sino según cálculos para acrecentar votos. Dos partidos que pertenecen al Foro de Sao Paulo, como el PRD y MORENA, y que apenas hace unos años eran el mismo Partido hoy van en coaliciones distintas, uno aliado con el partido de la democracia cristiana, el PAN y otro con un nuevo partido de derecha el PES. ¿No sería más lógico que el PAN y el PES se coaligaran y que MORENA, PRD, PT, reivindicándose de izquierda marcharan juntos? La verdad es que si efectivamente el PAN y el PES son partidos reaccionarios inscritos en la derecha, es también claro que el PRD, MORENA y el PT no son partidos que sean efectivamente de izquierda. Pero desde el punto de vista formal tenemos dos coaliciones donde izquierda y derecha van en alianzas sin principios. La coalición en torno al PRI es con dos partidos que han sido sus satélites.
Si se revisan con atención los programas registrados en el INE se encontrará que no hay una sola diferencia sustancial. Respeto a la propiedad privada, salvaguarda del Estado de derecho, rentabilidad de los monopolios, respeto a las reformas estructurales, contención de la protesta social, respeto a los tratados internacionales, impunidad para los crímenes de Estado, fortalecimiento de las fuerzas represivas. Y algunas diferencias en torno a la gestión del capitalismo en crisis: neoliberalismo o neokeynesianismo, que no alteran las condiciones de vida de la clase obrera y los sectores populares.
Y como una opción más, la novedad de las candidaturas independientes. En el proceso para su registro quedó demostrado que es una figura con tal cantidad de candados que queda excluido aquel que no cuente con el apoyo Estatal, o financiamiento privado en grande. De los aspirantes que obtuvieron el porcentaje establecido hay pruebas contundentes de sus apoyos son falsos, obtenidos con irregularidades y corrupción, incluida Margarita Zavala, la única que logrará aparecer en la boleta electoral.
¿López Obrador, una esperanza?
Aclaremos de inicio: Ni Meade, ni Anaya, ni PRI, ni PAN. Sexenios del PRI y del PAN han demostrado contundentemente el carácter antiobrero y antipopular de esos Partidos y sus gobiernos, asociados a la represión, la corrupción, el crimen, el saqueo, y fundamentalmente la cuestión de servir lealmente al poder de los monopolios. Los hemos combatido siempre.
La socialdemocracia aparece como la carta sin jugar. En el último cuarto de Siglo estuvo personificada en el PRD y en sus candidatos Cuauhtémoc Cárdenas (1988, 1994, 2000) y Andrés Manuel López Obrador (2006, 2012 y ahora) hasta que éste último decidió escindirla, para con baños de pureza, presentar una versión reciclada. Un nuevo rostro, pero además donde el caudillo no sea cuestionado, y una reingeniería programática para ofertarse como la garantía de gestión en la actual crisis económica de sobreproducción y sobreacumulación, como el factor de estabilidad, al igual que sus símiles de la nueva socialdemocracia en Europa: Syriza en Grecia, PODEMOS en España.
Pero el PRD, y MORENA su división mayoritaria no fueron de izquierda antes, y tampoco lo son ahora. Surgido en 1989 el PRD fusionó al sector populista del PRI con los renegados del comunismo, con otros nacionalistas y socialdemócratas. Siguió el único rumbo posible, el de convertirse en uno de los partidos de la clase dominante, donde los escándalos de corrupción, sus gobiernos represivos, sus alianzas con el Gobierno Federal, con el PAN. Ejercieron el gobierno en varias entidades importantes, incluida la Ciudad de México y se caracterizaron por medidas antipopulares, privatizaciones, incapacidad. Y López Obrador capitaneó buena parte de los años de existencia del PRD. Hasta hoy no se deslindó claramente del gobierno de Ángel Aguirre en Guerrero responsable de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. Él impuso a Mancera, Graco Rámirez, etc.
Dos puntos han caracterizado su identidad, el asunto de la crítica a la “mafia del poder” y el combate a la corrupción. En opinión de los comunistas, esos asuntos son consecuencia y no la base de los problemas que viven los trabajadores de México. Además esos elementos esenciales de su discurso han quedado en desuso ya hace unos meses. Toda aquel de la “mafia del poder” que lo respalde es amnistiado y santificado. La lista es interminable pero los personajes más corruptos, venales y que han sido piezas claves en los gobiernos priistas y panistas están ya alrededor de Obrador y en importantes responsabilidades: El exsecretario de Gobernación Esteban Moctezuma, Elba Esther Gordillo y Napoleón Gómez, caciques sindicales en el magisterio y la minería, por mencionar algunos, pero se está produciendo una “cargada” de priistas, panistas, perredistas, seguramente como reflejo de que los grupos burgueses, los principales monopolios –incluidos TELEVISA y TV Azteca-, le han dado ya su voto de confianza.
En el año 2000, cuando fue candidato al Gobierno de la Ciudad de México, los comunistas hicimos una alianza con Obrador, con la que fue desleal, y que traicionó apenas ganó las elecciones. Identificamos entonces su caudillismo, autoritarismo, utilitarismo y su posición de clase bien definida.
Ahora bien, hoy López Obrador es la opción más importante que tiene el poder de los monopolios.
En México y en el Mundo se piensa ingenuamente que Obrador es una opción de cambio y que estamos en la víspera de un viraje a la izquierda. Es una percepción sin fundamentos, ingenua y errónea.
Obrador vendrá a reforzar la dominación de clase capitalista, y con la gestión socialdemócrata y medidas populistas, y también autoritarias, ofrece como carta de presentación la contención del pueblo.
La voluntad de cambio
Hasta ahora todas las encuestas favorecen a Obrador. Recibe el apoyo de millones que se encuentran hartos del hambre y la miseria, pero es una esperanza que se frustrará. No hay correspondencia entre la voluntad de cambio, la urgencia de una transformación en éste país y la candidatura de Obrador. Es un sinsentido, pues el problema de los trabajadores de México es el capitalismo, y Obrador no proponer terminarlo, sino fortalecerlo.
Mal hacen aquellas organizaciones que asumiendo el análisis marxista enarbolan la tesis del mal menor, y aseguran que el triunfo de Obrador es un primer paso para transformaciones radicales. No solo se colocan a la cola de un proyecto burgués, asumiendo la colaboración de clases, además renuncian a la lucha de clases.
Que haremos los comunistas
No hay por quien votar y corresponde la abstención activa. Pero hay también la necesidad de una mayor intervención, debate, acción y organización para confrontar lo que venga. La insostenible situación de la clase obrera y los sectores populares, la violencia generalizada como resultado de la ampliación de la acumulación capitalista, los tratados imperialistas, la desvalorización del trabajo, la intensificación de la explotación, la restricción a las libertades, dan un cuadro en el que se configura la necesidad de una salida radical, la que proponemos históricamente los comunistas.
Requerimos de una mayor politización de la clase obrera, de los trabajadores, del México de abajo, pero también de una organización independiente de la política burguesa, para una nueva etapa de la lucha.