El pueblo tiene que librarse de los dilemas de la gestión burguesa

 

*Artículo publicado en Rizospastis el 22/5/2016

 

Los acontecimientos en Brasil y el escalamiento de la crisis política en aquel país han estado en el centro de la atención internacional.

 

Ello no sorprende, ya que estamos hablando de la séptima mayor economía del mundo, del quinto mayor país del mundo en términos de dimensión territorial y poblacional, y del mayor país del Hemisferio Sur del planeta. Un país en que se verifican en los últimos años elevados niveles de crecimiento capitalista, superando inclusive a Gran Bretaña en 2011, convirtiéndose así en la sexta mayor economía a nivel mundial.

 

Asume un papel significativo en el cuadro de la alianza de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) así como en importantes alianzas intercapitalistas que se vienen promoviendo en el Continente Americano (destacadamente la CELAC, el MERCOSUR, la UNASUR). Se debe recordar también que desde 2004, es decir en el periodo de los gobiernos “progresistas”, ha encabezado la intervención militar en Haití, llevada a cabo bajo la cobertura de la ONU.

 

Escándalos y deserciones: el trivial sistema político burgués

 

 

 

El proceso de remoción del cargo de la Presidenta Dilma Rousseff, 18 meses después de su victoria en las elecciones presidenciales del 2014, que es acompañado de manifestaciones en la calle, tanto a favor, como en contra, y de una intensa confrontación política, constituye una significativa alteración después de un periodo de 13 años de gobierno encabezado por un Presidente oriundo del socialdemócrata PT (Partido de los Trabajadores), que coopera a nivel de gobierno con el PCdoB (Partido Comunista de Brasil). Es necesario señalar que el PCB (Partido Comunista Brasileño) no participa en las perspectivas de “gestión de izquierda” del capitalismo.

 

No es fácil analizar éste proceso si solo se tiene en cuenta lo superficial de los acontecimientos y las diversas acusaciones formuladas. Por un lado, aquellos que acusan a la Presidenta de corrupción están sumergidos hasta el cuello en escándalos de corrupción. Es significativo que el Presidente del Parlamento, Eduardo Cunha, que fue quien desencadenó el proceso de remoción de la Presidenta Dilma, fue dimitido de su cargo por el Tribunal Federal, acusado de corrupción que involucra millones de dólares en sobornos provenientes de todos lados. Cunha fue, evidentemente, electo con los votos del PT y, conjuntamente con el Vicepresidente Temer, pertenece al partido “centrista” antes aliado PMDB. El Vicepresidente Temer, que asumió las funciones de Presidente interino, fue condenado por irregularidades en la recolección de fondos para su campaña electoral, perdiendo inclusive el derecho a ser electo por un periodo de 8 años, en tanto que su nombre se encuentra asociado con el de media docena de ministros de su “incorrupto” gobierno que están siendo investigados en el cuadro del proceso que involucra a la petrolera nacional Petrobras. De modo que no es de forma alguna de extrañar que en un reciente sondeo de opinión 28% de los encuestados manifieste el deseo de que él siga el camino de su antecesora.

 

Por otro lado, los simpatizantes de la Presidenta hablan de “golpe parlamentario” porque la acusación que constituye la base del proceso de impeachment contra Dilma –la acusación es de que ella manipuló las cuentas en términos de datos fiscales- no constituye un crimen. Las acusaciones de “traición”, de “golpe” y de “ataque a la democracia” son evidentemente dirigidos contra sus aliados anteriores y contra el PMDB en particular, que fue el mayor socio en la coalición de gobierno en los últimos 8 años (apoyó la reelección de Lula en 2006 y la elección de Dilma en 2010 y en 2014). Este partido asumió el segundo y tercer cargos de importancia en la jerarquía del Estado (el Vicepresidente y el Presidente del Parlamento), que ejercieron en apoyo del “gobierno progresista”.

 

Naturalmente que los escándalos y los negocios obscuros de los políticos burgueses con los capitalistas existen y florecen tanto en Brasil como en nuestro país y en todos los países capitalistas. En 2012, por ejemplo, cerca de 25 hombres de negocios y políticos, incluyendo destacados dirigentes del PT fueron condenados a fuertes condenas.

 

Pero también las “deserciones” son moneda corriente. Las negociaciones y virajes de las fuerzas burguesas, pasando de una coalición a otra, con políticos cambiando del partido por el que fueron electos para otro, son fenómenos comunes, ejemplos de la fragilidad del sistema político burgués, que constituyen motivo de preocupación para la clase dominante. Por esa razón fue ya iniciado el debate relativo a las reformas políticas en la dirección de reforzar el sistema.

 

La experiencia internacional muestra muchos ejemplos de la utilización de escándalos y de la “depuración” del sistema como vehículos para una violenta recomposición del sistema político, en periodos en que se agudizan la crisis económica y las contradicciones de la economía capitalista.

 

En el camino de una alteración en la fórmula de la gestión capitalista

 

 

 

Cualquier persona que estudie seriamente la situación comprenderá que el verdadero problema es el relativo a la economía. En verdad, después de muchos años de rápido crecimiento capitalista que benefició a los monopolios brasileños y qué, bajo los gobiernos del PT, reforzó la posición internacional de Brasil, el enfriamiento de la economía brasileña se convirtió en una estagnación en 2014, y en 2015 en una recesión de 3,8%, con una inflación de la deuda pública, un rápido crecimiento de la inflación y la pérdida de más de un millón y medio de empleos.

 

El agotamiento de la formula política económica que se asentaba en el aumento del gasto público y la reorientación en la dirección de medidas restrictivas es evidente desde hace algunos años en Brasil y en América Latina en su conjunto. Ya en 2013, cuando las primeras señales de la crisis se manifestaron, el gobierno de Dilma puso en marcha nuevas medidas a favor del capital, tales como las exenciones fiscales y las exenciones de las contribuciones para la seguridad social, aún mayor flexibilidad en las relaciones laborales, un programa de privatizaciones comparable al de los gobiernos más “neoliberales”: puertos, autopistas, aeropuertos, campos petroleros, etc. [1]

 

No es casual que Henrique Meirelles, el Ministro de Finanzas de Temer, fuera el presidente del Banco Central en el curso de los mandato de Lula. Consta que en los últimos años Lula intento persuadir a Dilma de nombrarlo Ministro de Finanzas de su gobierno.

 

La situación impide el consenso social que los gobiernos del PT procuraban por medio de una serie de políticas relativas a beneficios sociales que redujeron la pobreza absoluta y extrema, al mismo tiempo que proseguía una línea política de apoyo a los intereses monopolistas, con una muy alta tasa de explotación de la clase obrera. Nadie puede, en ningún caso, ocultar la realidad de que más de 53 millones de personas viven debajo del umbral de la pobreza.

 

Confrontaciones interburguesas en materia de alianzas internacionales

 

Sectores significativos del capital parecen preferir formaciones de gobierno más estables para gestionar la crisis. La situación se vuelve aún más complicada debido al hecho de que el debilitamiento económico de China tiene un impacto directo en la eclosión de la crisis económica en Brasil, en tanto otros países de los BRICS, como Rusia, enfrentan igualmente dificultades y las contradicciones interimperialistas entre EEUU, los países de la UE contra Rusia y China se vienen agudizando en América Latina en su conjunto. Crecen entre diferentes sectores del capital las preocupaciones relativas a la orientación internacional del país.

 

Las controversias en el interior de la clase dominante sobre sus alianzas internacionales en condiciones de crisis pueden conducir a una situación política extremadamente tensa. Nos basta recordar el reciente ejemplo de Ucrania y la trayectoria de las confrontaciones interburguesas en el contexto de la competencia interimperialista más general.

 

La necesidad de la lucha anticapitalista

 

 

 

La historia nos enseña que, en tales condiciones, la gestión socialdemócrata  prepara frecuentemente el terreno para un viraje intensamente reaccionario en el sistema político, y que las fuerzas burguesas definen la “legalidad” en términos de aquello que les conviene en un momento dado. Tales señales se manifestaron ya en el transcurso del proceso de separación de Dilma y se irán intensificando.

 

La organización de la lucha contra la línea política reaccionaria que vendrá a ser puesta en práctica por el gobierno Temer, la solidaridad internacionalista con las luchas de los trabajadores por sus derechos sociales y democráticos deben ser acompañadas por una discusión profunda que permita extraer conclusiones acerca de lo que condujo a esta situación.

 

Las posiciones que fueron desarrolladas acerca de un crecimiento capitalista “sustentable” sin crisis en Brasil no tomaron en cuenta las implacables leyes económicas y las contradicciones del sistema, y condujeron a ilusiones. La evolución de la situación en Brasil fue objeto de controversia también en el interior del movimiento comunista.

 

Lo que es necesario es la emancipación del movimiento de los trabajadores en relación a la influencia burguesa, su orientación en el sentido del combate al Estado burgués, a los monopolios, y a las fuerzas políticas que expresan esos intereses.

 

Una significativa experiencia fue acumulada acerca de las políticas de los gobiernos burgueses, después de la dictadura, de la segunda mitad de los años 80 y de los años 90, que fueron causa de altos niveles de pobreza y de explotación para la clase obrera de Brasil, tanto como de los gobiernos de Lula y Roussef (2002-2016), que prosiguieron la gestión del capitalismo con eslóganes “de izquierda” y “antineoliberales” y generaron falsas expectativas.

 

Todo esto proporcionó la base para que puedan extraerse conclusiones serias y para que sean dados pasos en la dirección de que las fuerzas populares se liberen del círculo vicioso del llamado “mal menor”. Para que la necesaria lucha anticapitalista avance de forma decisiva es necesario que el movimiento obrero y comunista construya una estrategia que apunte al socialismo, que es la condición previa para la abolición de la explotación del hombre por el hombre, utilizando el vasto potencial de un país con enormes recursos naturales de los que se apropia un puñado de capitalistas.

 

Nota:

 

[1]En un fragmento de los informes de la UE antes de las elecciones del 2014 es señalado que las diferencias en términos de política económica entre Dilma Roussef y el otro candidato, Aécio Neves del PSDB, eran “en la práctica menos nítidas de aquello que sus mensajes electorales sugerían”.

 

(http://www.europarl.europa.eu/RegData/etudes/IDAN/2014/536412/EXPO_IDA(2014)536412_EN.pdf )