En torno a la reforma energética
Con gran alharaca los partidos y las bancadas representantes de rivalidades burguesas presentan su posición en torno a la reforma energética como si fuera portadora del "interés popular". Por un lado, no cuesta mucho discernir en los discursos de la oposición reaccionaria el interés específico tanto de algunas grandes empresas como CEMEX, Grupo Bimbo, FEMSA, etc., que pasaron de comprar energía a CFE al autoabastecimiento; o bien de Iberdrola, Sempra o Pelica, capitales dedicados de lleno a ser generadores privados. Un poco más complejo resulta discernir el interés general de la burguesía que se encuentra detrás de la socialdemocracia y su actual propuesta de reforma. Planteamos que es un poco más difícil en tanto ha logrado para esta reforma –a diferencia de otras que presenta en este periodo legislativo– una cierta opinión favorable de parte de sectores populares así como movilizar bajo su tutela a determinadas expresiones de trabajadores organizados.
Suponiendo que no existiera una distancia considerable entre el discurso y el hecho político, la socialdemocracia parece plantearle a la clase obrera que sea su acompañante o aliado en la opción de gestionar un retorno a ciertos rasgos del capitalismo monopolista de Estado; es decir, que se alinee bajo la vieja bandera del llamado nacionalismo revolucionario. Es necesario recordar que bajo la bandera del nacionalismo revolucionario se mantuvo la explotación durante los 60 años previos a las tres décadas de neoliberalismo, siendo esa misma tragedia la que hoy pretende repetirse como farsa.
Como ha sido la costumbre de este gobierno, en la realidad media una distancia gigantesca entre el discurso y el hecho político. La reforma plantea que el sector privado retenga un 46% del mercado de la energía eléctrica, pero ¿y cuánto mercado abarca actualmente ese sector, tras la "larga noche neoliberal"? Pues un 45.8%. Para satisfacer las necesidades del desarrollo capitalista, a principios de 1960 el Estado Mexicano expropió la Mexican Light and Power, la American & Foreign Power Company, entre otras empresas; hoy para sostener financieramente al propio Estado burgués, como garante de la propiedad, el mercado y la acumulación, se pide a los grandes capitales "ya no robarle clientes a CFE". Ni CEMEX, Ternium, Apasco, Minera Autlán, Kimberly Clark, Mexichem, BASF, Bayer, Bimbo, Telmex, Grupo Azteca, PepsiCo, Walmart, etc., verán expropiadas sus plantas generadoras. Ni los generadores privados verán cancelados sus contratos por 19 años con CFE, ni mermados sus 2 billones 761 mil 604 millones de pesos en ganancias estimadas como resultado de la porción de mercado que abarcan. CFE fundamentalmente mantendrá cautivos a los consumidores de los sectores populares y de clase obrera, entre los cuales se agitará la bandera mexicana por este "logro", al tiempo que se borra de la memoria la lucha de decenas de miles de usuarios en contra de los abusos de CFE. En cuanto al litio, las 97 mil hectáreas para explotación que se encuentran en manos de las canadienses Organimax Nutient, Radius Gold, Infinite Lithium, One World Lithium y Zenith Minerals; de la inglesa Alien Metals; de las mexicanas Alejo Monsiváis y Litio Mex; de la española Sutti Mining; o el más grande yacimiento de litio del país, en manos de la empresa china Bacanora, no tendrán en su conjunto la más mínima perturbación. No existirá ni una especie de PEMEX del litio que traslade la renta sobre ese mineral hacia proyectos sociales, sino apenas una comisión que velará por el negocio de los capitales mexicanos. El litio en manos de los mexicanos no significa en manos del proletariado, sino en manos de Minera Frisco, Industrias Peñoles y Grupo Industrial Minera México. Ahí donde han ocurrido movilizaciones de la clase obrera al respecto no han sido sino para respaldar a una sección de la burguesía frente a otra; disimulo patriotero y continuidad explotadora. El Estado burgués mexicano con petróleo siguió siendo un instrumento de la dictadura de los capitalistas antes; el Estado burgués mexicano con litio lo seguirá siendo en lo sucesivo.
Cuando la socialdemocracia sostiene que el litio y la generación eléctrica deben estar en manos del Estado, la pregunta fundamental es ¿en manos de qué clase social se encuentra dicho Estado? y, por tanto, ¿a qué intereses obedece? Por otro lado, ¿qué le promete al proletariado y a los sectores populares la reforma? Por el momento se habla de concentrar bajo un solo contrato, y en un solo organismo sindical, a todos los trabajadores del sector energético. En otras circunstancias, y como producto derivado de la propia lucha de la clase obrera, esto sería un logro, una conquista de la unidad plasmada en una sola central; pero cuando el gobierno socialdemócrata habla de un sindicato, y lo impone desde el Estado burgués, se trata de un modelo particular de sindicalismo: el más colaboracionista de cuantos pueden existir, como es el representado por la CATEM. Tanto la lucha de los trabajadores como en particular la represión en la refinería de Dos Bocas, en construcción, son testimonio de que los intereses de los trabajadores y los intereses del gobierno socialdemócrata marchan en carriles opuestos. En cuanto a los trabajadores y los sectores populares como consumidores, en los marcos del capitalismo y de esta reforma no se encuentra medida alguna de economía política que les garantice una energía eléctrica barata; pues en última instancia aún de lograrse transferir los costos a las empresas mediante el mecanismo de imponerles a CFE como único ofertante de energía, aquellas transferirían tales costos a los consumidores y con esto golpearían a gran escala los salarios. La CFE, sin la socialización del resto de los sectores de la economía, no puede garantizar las necesidades obreras y populares.
¿Qué planteamos los comunistas? Que la expropiación y socialización del sector energético está atada y, de hecho, es consustancial a la expropiación y socialización del resto de las industrias que también se encuentran en manos de los capitalistas. El desarrollo y la potenciación de la capacidad energética, aun siendo esta misma y de manera aislada una "perdida" desde el punto de vista del capitalismo, es una necesidad de la acumulación socialista, del desarrollo de las fuerzas productivas, de la elevación del nivel de vida de la población, dando por descontado que con su desarrollo también nos referimos al uso de tecnología que, a gran escala, reduzca los efectos nocivos en el medio ambiente. Tomado el Poder y los medios de producción, planteamos que de manera natural se podría proceder a repotenciar las 6 refinerías que hoy trabajan al 60% de su capacidad (1.6-2.0 millones de barriles diarios) para resguardar los intereses de monopolios privados; lo cual permitiría alcanzar con eficiencia la producción de combustible requerida en el país, hoy ya en declive tras topar su pico (1.9 millones de barriles diarios), sin necesidad de un mayor gasto, y más bien dirigiendo la riqueza social hacia el tránsito a alternativas distintas a los combustibles fósiles. Es decir, desarrollar de manera armónica, de acuerdo a las capacidades de las distintas regiones del país, la producción geotérmica, eólica, mareomotriz, nuclear, etc. Con lo que de manera orgánica la producción de motores, de transporte público masivo, maquinaria diversa, componentes, así como la misma producción de mano de obra profesional, se adecuaría de manera planificada a la producción de baterías de litio y al modelo técnico que ello permite. Sólo con el poder político, y de los medios de producción, en manos de la clase obrera, que extrae los recursos estratégicos, genera la energía, la conduce, la transforma en los productos y bienes que conforman la riqueza social, podrá servirse plenamente a los intereses populares; y se logrará desarrollar el sector energético sin la contradicción fundamental que hoy la frena.
En torno a esta cuestión el Partido Comunista centrará su actividad en explicar a nuestros hermanos de clase, sobre todo en el sector, el verdadero sentido de esta reforma. No nos movilizaremos bajo la tutela de la socialdemocracia, en tanto que la reforma salvaguarda íntegramente la propiedad burguesa sobre este sector y hasta donde le ha sido entregada. Buscaremos subvertir el tipo de sindicalismo vuelto mecanismo de control para sustituirlo con un sindicalismo como mecanismo de lucha. A la par contrastaremos nuestro programa de expropiación, nacionalización y socialización de las industrias estratégicas, centralizadas y concentradas, contra el programa de la socialdemocracia que no ataca de ninguna manera el problema fundamental, y no lo hace porque pondría bajo cuestionamiento a todo el sistema erigido sobre la propiedad privada. La militancia comunista entre la juventud trabajadora, las mujeres trabajadoras, en el frente obrero-sindical, en los sectores populares, replicará organizada e incesantemente esta actividad esclarecedora, y ajustada a las preocupaciones particulares que existen en cada uno de estos sectores.
¡Proletarios de todos los países, uníos!
El Buró Político del Comité Central