Votar ahora es legitimar el poder de los monopolios

Marco Vinicio Dávila Juárez, Secretario de Política Obrera y Sindical del Comité Central del PCM.

Mucho se habla en estos días sobre el proceso electoral que culmina el 7 de junio próximo y un tema recurrente es el llamado a boicotear el proceso electoral que surgió desde las primeras ANP’s en Ayotzinapa, Guerrero.

La propuesta del boicot a las elecciones en Guerrero y en resto del país es formulada por los padres de familia de los 43 jóvenes desaparecidos por el Estado mexicano desde el 26 de septiembre del año pasado, secundada por los estudiantes de la Escuela Normal Raúl Isidro Burgos y respaldada la propuesta por la mayoría de los profesores y profesoras de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación de Guerrero, CETEG, el Movimiento Popular Guerrerense, MPG y organizaciones sociales y políticas de otros estados y nacionales que participamos en dicho espacio.

Y aunque otros referentes o personalidades, sin sumarse a la propuesta de las ANP’s, también han llamado a un boicot al proceso electoral, sus argumentos para esgrimir esta táctica son variados, todos giran en torno a la descalificación de los partidos políticos electorales, de sus candidatos, del INE como parte del Estado y, en general al descrédito del proceso electoral por ser el mecanismo a través del cual se integran a los aparatos del Estado los cárteles del crimen organizado.

Y es que después de lo de Iguala, ha quedado evidenciada la descomposición que impera en todas las instituciones del Estado mexicano. Los vínculos que se entretejen entre gobierno y criminales, entre partidos políticos electorales y grupos delictivos, entre políticos corruptos y capos, entre cuerpos militares y policiacos y las bandas criminales que actúan como paramilitares.

Eso es lo que motiva a buena parte de la sociedad a despreciar las elecciones. Pero estos argumentos no son suficientes para poder generar una fuerza popular tal que sea capaz de proponerse transformaciones profundas en la sociedad.

Lo que hay que ver es que detrás de esta táctica electoral está la posición más desarrollada de la lucha de clases en nuestro país, a la cual se suman expresiones importantes de la clase obrera como los mineros, los petroleros, los maestros, los jornaleros y en general amplios sectores populares afectados por todas las reformas aprobadas en el Congreso, y comienzan a tomar la iniciativa en la confrontación contra los monopolios, a pasar a la ofensiva revolucionaria; el boicot electoral se convierte en un mecanismo de presión, en una herramienta o un arma, que les da la oportunidad de golpear de manera contundente la dictadura de los monopolios, deslegitimando su fachada democrática.

Votar ahora, en tales circunstancias, es legitimar esa dictadura. No votar es rechazar y luchar contra todas las reformas aprobadas en el Congreso y que perjudican a los trabajadores, es mostrarle al pueblo trabajador que hay otras salidas, que no pasan por las instituciones del Estado sino que lo confrontan para rechazar dichas reformas.

Es claro que aun con una mínima participación ciudadana ganará el PRI, el PAN, el PRD, o cualquiera de los otros partidos electorales, entonces ¿para qué favorecer con el boicot estos triunfos? Hemos dicho que la dictadura de los monopolios se legitima a través de las elecciones, a través de los votos el Estado mexicano se consolida como la Junta que administra el poder de los monopolios, en cuyo favor se han realizado todas las reformas constitucionales que desvalorizan el trabajo y aseguran su rentabilidad y su ganancia. Vivimos bajo la dictadura de los monopolios, bajo una fachada democrática cimentada principalmente a través de las elecciones, que son una coartada de los monopolios para continuar legalizando la violencia en contra del pueblo trabajador.

Esta táctica de rechazar las elecciones e impedir que se puedan llevar a cabo es correcta por cuanto que ha desnudado la naturaleza de clase del Estado, ha agudizado la lucha de clases, ha dejado bien definidas las clases en pugna, ha señalado a los “falsos profetas” de la socialdemocracia, ha construido nuevos escenarios para la confrontación, está forjando a los cuadros dirigentes del movimiento y es una gran escuela de guerra para los trabajadores. Pero también ha profundizado la crisis política y de gobernabilidad de la clase dominante, ha continuado debilitando sus instituciones, desgastando a sus fuerzas armadas, lo que puede llevar a un escenario semejante al que prevaleció durante los meses de octubre y noviembre del año pasado, donde el cuestionamiento a Peña Nieto fue tal que estuvo a punto de caer; retomar la consigna de “¡Fuera Peña!”, con mayor ímpetu puede imponer modificaciones en las instituciones del Estado que le den confianza a los trabajadores en su fuerza para lograr cambios en las estructuras del poder.

Pero la táctica electoral se acabará el 7 de junio y gane quien gane la mayoría en el Congreso de la Unión o aún si no hay un partido que tenga la mayoría, seguro se pondrán de acuerdo las principales expresiones políticas representadas ahí, pues todas, matices de por medio, representan a la misma clase social: la burguesía. Y contra su dictadura hay que seguir luchando, por lo que debemos seguir insistiendo en la organización de los obreros y los trabajadores todos, no sólo para pelear por sus demandas de carácter económico o sectorial, sino para que eleven políticamente estas demandas, para que se vayan agrupando por centros de trabajo, por sectores o por ramas, con un sentido clasista, con una perspectiva no de derogar las reformas que los afectan si no de construir una opción viable para que el torrente de la insumisión siga creciendo, dando confianza en el triunfo de nuestra clase en el derrocamiento del régimen.

Porque a partir del 8 de junio miles de trabajadores seguirán perdiendo su empleo, miles de trabajadores más y sus familias verán cómo se precariza su nivel de vida; miles más se sentirán defraudados por quienes votaron o por sus partidos y nos corresponde a nosotros ofrecer esa opción que ha de impulsar la revolución del proletariado, la revolución socialista.