El detonante electoral
Felipe Cuevas Méndez
Miembro del Comité Central del Partido comunista de México
Tradicionalmente el Estado recubría su condición de “legitimidad” tal cual su fe burguesa encomiaba a cumplir con rigurosa norma demócrata sin mayores contratiempos que el contenido de farsa y fraude electoral insustituibles de cada contienda. La rigidez electoral era fiel a la condición del otrora poderoso Estado mexicano y su gran burguesía, pero con su desmantelamiento y crisis la democracia electoral llegó a su final, el circo dio paso a la descomposición, la reforma electoral se probó y reprobó.
Las elecciones llevaban a un equilibrio de fuerzas al interior de esta vieja república devorada por el capitalismo internacional, aunque cada vez con menos éxito la burguesía recobraba el impulso para continuar con su largo proceso de expropiar, explotar y doblegar a las mayorías. El derecho podrá decir misa y las retóricas que quiera, el caso es que siempre los burgueses y sus políticos se beneficiaron de cada proceso electoral, reforzaron la dominación social y prolongaron el suplicio de las mayorías.
Ante la vista está una realidad en la que este último proceso queda comprometido en las inercias y condiciones que definen la descomposición del Estado y las pugnas de poder de partidos y burguesía monopolista teledirigidos por el imperialismo yanqui.
Esto consiste en la prevalencia del contratismo monopolista, los manejos de partidos y plataformas electorales por políticas oligárquico-financieras, el impulso de futuras reformas de despojo, promesas de cambio cuyos protagonistas electos seguirán comprometidos con el gran capital, una función pública integrada a las reglas del juego capitalista, un obstinado incumplimiento de sus leyes electorales, y un corrimiento ultraderechista en las políticas de contención al pueblo.
El mercado electoral pasó a formar parte integrante de esta realidad operativa expresada en las clásicas artimañas de campaña, las agresivas relaciones de poder entre sus actores, las maniobras interburguesas para posicionar a sus testaferros y asegurar los compromisos, reforzándose como un modelo agotado, de un sistema parlamentario y de administración pública que no puede hacer otra cosa con las demandas populares que no sea rechazarlas sistemáticamente considerándolas opuestas a su llamado interés público, en síntesis, ya no son representantes de los sectores del pueblo.
Lo estratégico se exhibe en el desespero de la oligarquía por asegurar que los núcleos de sus coaliciones arriben con grandes ventajas al haber sido probados como firmes sostenes de la dictadura capitalista, tales como las alianzas políticas del PRI-PAN y del PRI-PVEM-PANAL. Pues aunque la socialdemocracia del PRD demuestra lealtad, aún esperan de ella más incondicionalidad en la medida que siga acentuando su estructura piramidal y corrupta, en tanto se replantean por otro lado ir cubriendo ese camino para el caso de MORENA. Pero los retrocesos de esas alianzas se han dejado notar en medio de campañas descoloridas, sólo salvadas por el derroche de recursos en todo este proceso (8 mil millones de pesos algo así como 516.5 millones de dólares), por lo demás el escenario nacional cargado de represiones, asesinatos del ejército y policías, reaccionarismo gubernamental contra américa Latina, la corrupción rampante a todos los niveles de gobierno y que comprometen por diversos hilos a más de un candidato, con un telón de fondo económico-social de ruina en las mayorías de un país a la deriva económica, saturado de desequilibrios y anarquía en los diversos ramos económicos, entre repuntes y fracasos del neoliberalismo.
La lucha social no se hizo esperar ni logró ser desarraigada del panorama al contrario de otras contiendas electorales, por lo que el discurso oficial con sus acostumbradas promesas y garrotes nada pudo arreglar, sectores importantes como el magisterial y el entorno a la lucha por los 43, por primera vez, a gran escala consolidó una política de boicot activo. Contadas pero serias figuras al interno de la contienda también contribuyeron al debate político aunque con escasas posiciones hacia el horizonte revolucionario, pero al fin y al cabo así sea en forma limitada, siembran ideas de rechazo al sistema, estas enfrentarán, de ser electas, una dura labor de resistencia por su dignidad, por la fidelidad a sus bases y para marchar a compromisos estratégicos de lucha. El régimen sacó sus garras, al final soltó amarras, ya nada importó su clásica paz de fiesta electoral o su susodicha generosidad de gobierno, de nada le sirvió la ofensiva contra Carmen Aristegui. Como las cosas no anduvieron nada bien, ya no solo para un partido, sino para el conjunto del proceso de recambio de los 2179 cargos públicos, el proceso y sus actores se vieron desequilibrados entre las prioridades del sistema, el saqueo del presupuesto y la cándida política de presentar la inmaculada democracia electoral.
La descomposición no hizo más que brotar, la narco-política jugó y sigue jugando por sus candidatos dejándose sentir a su estilo de violencias y compras. Las clases burguesas aquí y allá llenaron las charolas como siempre, reclamaron sus derechos exigiendo que sus caballos no le jueguen sucio cuando se instalen en sus puestos y cumplan sus compromisos, que para eso se mocharon. Las instancias del poder electorero más allá de sus competencias (partidos, INE, FEPADE, Tribunal electoral) disputaron por lo suyo en medio de una composición estructural del despilfarro ausente de criterios democráticos reales, quejas y demandas se suceden por miles, se empapelan quedando sin respuestas concretas, millones de personas rechazaron participar como funcionarios de casilla por indolencia las unas, por rechazo las otras.
El poder ejecutivo más mal que bien cumplió con la sugestión de progreso y crecimiento económico, un discurso de tolerancia y honestidad poco creíble cuando las calles se manchan de sangre, en fin, hasta en medio de la tormenta postuló medidas anticorrupción que ya se fueron con el primer huracán de la temporada, para presentarse cuando otra ocasión lo requiera. Nueva guerra sucia electoral, mientras tanto la burguesía saqueando el país, aniquilando los reductos del estado mexicano, insinuando con atrevimiento que sus estadistas viven allende la frontera norte, reflexionando en México como un protectorado rinden más pleitesía a Obama, Roberta Jacobson o cualquier potentado imperialista que a Benito Juárez o Lázaro Cárdenas.
El insólito caso de Lorenzo Córdova, dejó de ser insólito excepto para alguna minúscula conjura de ilusos, su racismo institucional, que hubo quienes acusaron de trivial reflejó más allá del espionaje una consistente política de negación a nuestros pueblos originarios rechazados por el sistema electoral en tanto no les reconoce representación pública en cuanto tales, que además desprecia y manipula. Caso de manipulaciones singulares, los verdes aventaron esta contraofensiva de grabaciones porque el consejero caballero del INE e instancias correspondientes osaron multar sus excesos; en tanto lo inaudito sería aportado por Rigoberta Menchú que con mucha facilidad se prestó y vendió al caballero Córdoba para disque lavar la imagen del INE, pero nada que se dijera de la ausencia de candidaturas por nuestros pueblos originarios, sólo juegos del poder en el escenario electoral. Córdoba rebasó tanto sus competencias que fue capaz de maniobrar e influir con la SEP, Los Pinos y la Secretaría de Gobernación una prórroga evaluativa del magisterio con tal de no desalentar votos ni caldear los ánimos de uno de los sectores populares constantemente agredidos por el sistema; lo que no es del agrado de la rancia oligarquía temerosa de que el clamor popular eche abajo sus reformas en otras áreas económicas. Una fuerte contradicción se consolidó entre la partidocracia y el INE, la cual acentúa las disputas del poder político.
El sistema defendió sus postulados, parecía que su retórica centrada en la disyuntiva del autoritarismo vs democracia, tendría efectos deslumbrantes, la vida social la hizo crujir, mal parada quedó la frase de que votar es el antídoto contra el autoritarismo en días de tanto despotismo estatal y partidista, las propias elecciones hicieron parte del totalitarismo capitalista imperante, y la democracia el ausente. Sigue la mata dando, si los partidos cierran bien la compra-venta de votos cual corresponde a esta semana final pues más fe dará a los testimonios de la crisis de la democracia burguesa mexicana. Sea cual sea el resultado de la manufactura electoral el régimen quiere canalizarlo para apuntalar sus postulados y controles, negará toda derrota en las distintas formas que se presente, sea abstencionismo, reducción de votos para sus principales alianzas o el rechazo público y notorio a sus campañas, el gran fracaso del régimen ante el estado de confrontación del país y las formas de lucha que se desarrollan con mayor audacia como el boicot y las nuevas formas de organización popular, política y representativa de nuestros pueblos.
En torno a la estructuración del dominio capitalista las cosas marchan con tremendas dificultades para que los pobres del campo y la ciudad sean oídos por la clase en el poder, los compromisos de los victoriosos de hacer mejores leyes tienen una condición de clase, ni duda cabe, es el designio de la democracia de un sistema corrupto y corruptor; aun así, el ámbito electoral como proceso actual converge distintas líneas de acción que cuestionan a la clase y sus circunstancias dominantes.
Aconteceres todos de la lucha de clases, este proceso electoral puede marcar el comienzo, o la profundización de la insurgencia, de nuevas acciones con mayor confianza en la "ilegitimidad" del régimen, o en nuestros términos, de la pérdida de base social del sistema. Las tareas y demandas que se le presentan a las clases explotadas y oprimidas que componen al pueblo cimbran la política burguesa destacando las tendencias revolucionarias por: una dirección política de clase social en sentido que incline las luchas a procesos revolucionarios de cambio por una democracia proletaria y popular por su esencia, de pensamiento de clase opuesto al dominio ideológico del individualismo y espíritu de enriquecimiento actualmente predominante, la cohesión política de los pueblos del país hacia una perspectiva de socialismo, la confrontación con el régimen represivo entregado al gran capital, la unidad de los frentes de lucha: estudiantiles, obreros, magisteriales, indígenas, guerrilleros, campesinos, urbano-populares, político-organizacionales. La unidad es difícil pero necesaria, la supervivencia popular la reclama, requiere banderas de lucha lo menos dependiente de los dogmatismos o grupismos seudo-hegemónicos; lo más abiertas a la lucha amplia y abnegada por centrarse en rechazar a la burguesía sus políticos, sus estructuras, canalizando los logros posibles en cualquiera de sus formas para acentuar la lucha social siempre en perspectiva.