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Honramos la memoria de la Revolución Alemana, del Partido Comunista de Alemania –KPD y de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo.

En Noviembre de 1918, estalló un proceso revolucionario en Alemania, en el que obreros, marineros y soldados del puerto de Kiel –pero expresando el malestar del proletariado de todo el país - hartos de la guerra imperialista, de la miseria y el hambre, se insurreccionaron formando consejos de obreros y soldados, los que se extendieron rápidamente.

La Guerra Imperialista, un conflicto entre tiburones que buscaban un nuevo reparto del Mundo y acrecentar sus ganancias, inauguró una época de revolución social. El movimiento obrero internacional de todos los países fue traicionado por la socialdemocracia, por la II Internacional, que aunque había decidido en sus Congresos oponerse a la guerra y luchar contra ella, una vez que ésta inició llamó a apoyar a la burguesía de cada país participante, y a la carnicería internacional entre hermanos de clase.

 

El ala revolucionaria del movimiento obrero, entre las que destacaban los bolcheviques y los espartaquistas alemanes, se agrupó en la Izquierda de Zimerwald y llamó a transformar la guerra en revolución social, manteniendo en alto la bandera roja del internacionalismo proletario y las tareas programáticas del Manifiesto del Partido Comunista.

La descomposición de la II Internacional denunciada con vehemencia por Lenin y Rosa Luxemburgo, en importantes obras teóricas, tenía como fundamento la tergiversación, la adulteración del marxismo, en la que predominaba la lógica de la reforma. El oportunismo y el revisionismo de Bernstein, al que finalmente se sumó Kautsky, no sólo abandonó los intereses de la clase obrera, sino que pasó a formar filas con la burguesía, pasó a ser una fuerza contrarrevolucionaria activa y lo demostró en esos agitados meses de 1918-1919.

En medio de la lucha los espartaquistas, donde destacaban Karl Liebknecht, Rosa Luxemburgo, Leo Jogiches, Clara Zetkin, Franz Mering, Herman Duncker, William Pieck, comprendieron la necesidad del partido independiente de la clase obrera, que no tuviera vínculo alguno, ni ideológico ni orgánico con la socialdemocracia, y por ello el 30  y 31 de Diciembre de 1918, y el 1 y 2 de Enero, se realizó la fundación del Partido Comunista de Alemania –KPD. El programa y los objetivos del KPD estaban en consonancia con el marxismo, con la lucha por el derrocamiento del capitalismo y en favor de la revolución socialista. Siendo este un paso importante, era sin embargo dado tardíamente, pues la ausencia del partido comunista, el partido de vanguardia, facilitó las tareas contrarrevolucionarias de la socialdemocracia.

Ante el temor de que las insurrecciones en distintas ciudades alemanas y la existencia de consejos de obreros y soldados permitieran a los revolucionarios proletarios alemanes seguir el camino de la Gran Revolución Socialista de Octubre, la burguesía alemana cerró filas con la socialdemocracia, entregándole la responsabilidad de imponer el orden y la dominación de clase de los capitalistas, de lograr la estabilidad y asegurar la dictadura de clase: así la República de Weimar hay que verla como la restauración contrarrevolucionaria, lo que refuta a aquellos oportunistas y reformistas que hoy la toman como un modelo a seguir. Es la entrada en escena de la socialdemocracia como apagafuegos de la revolución, su integración plena como elemento consustancial de la dictadura de clase de la burguesía.

El asesinato de Karl Liebknecht y de Rosa Luxemburgo, el 15 de Enero de 1919, la represión sangrienta contra los espartaquistas fue obra de la socialdemocracia, del gobierno de Ebert y Noske. Como enseñó Lenin en su intervención en el Primer Congreso de la Internacional Comunista, este crimen político tiene alcance histórico mundial pues muestra el verdadero carácter de la democracia burguesa y el rol de la socialdemocracia.

Nos queda claro que los  heroicos revolucionarios proletarios pagaron con creces sus errores. Esperar tanto para construir el partido propio de la clase obrera, impidió el aprendizaje, la forja, la experiencia necesaria para los virajes en la lucha de clases, y la agudización de los combates, pues no existió en ese momento la cohesión, la disciplina suficiente, la capacidad como vanguardia y cerebro de la clase para ir determinando minuto a minuto la ofensiva, el repliegue, para asumir en todas sus aristas la situación revolucionaria y la insurrección como un arte. En esta importante experiencia revolucionaria apreciamos la vital lección de los bolcheviques de combatir sin tregua al oportunismo de izquierda y derecha, al reformismo y al revisionismo, el carácter imprescindible del centralismo democrático.

Nos queda claro que no podemos olvidar el carácter de la socialdemocracia que es ya una fuerza contrarrevolucionaria, enemiga de clase de los trabajadores, entonces y ahora, y lo comprueba el gobierno socialdemócrata en México que da todos los pasos para desmovilizar a los trabajadores y sus luchas y para reforzar el aparato represivo del Estado.

También subrayamos los diversos esfuerzos por tergiversar los hechos de la Revolución Alemana, el papel y el desempeño de los comunistas; así como racionalizar y matizar la actuación de la socialdemocracia, por parte de los oportunistas del mundo, de los eurocomunistas y traidores generales a la causa de la clase obrera y los trabajadores. Son estos agentes de los capitalistas en el movimiento obrero y popular los que por años han llamado izquierdista al período clase contra clase y a los comunistas cuando han defendido la independencia del partido y la clase obrera de frentes y formaciones con la burguesía y la socialdemocracia o han resistido a la ofensiva constante por amoldarlos a una política conciliadora u otra variante burguesa.

Lamentamos que exista una fundación, financiada por fondos europeos, que usurpe el nombre de Rosa Luxemburgo y que promocione ideas anticomunistas en el Mundo y en nuestro país y que refuerce a los gobiernos socialdemócratas como el de López Obrador.

Honramos la memoria de los comunistas espartaquistas, aprendiendo de su heroicidad, de sus virtudes y deficiencias, de sus aciertos y errores, sacando lecciones de la derrota.

Nuestras banderas rojas ondean altivas en homenaje a Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht, a los que Lenin llamó, los mejores representantes de la III Internacional.

¡Proletarios de todos los países, uníos!

El Comité Central del Partido Comunista de México