Obreras, trabajadoras, migrantes
Madres de familia, desempleadas:
El Partido Comunista de México saluda a todas las mujeres proletarias en este 8 de Marzo, día de lucha, declarado como Día Internacional de la Mujer Trabajadora en la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas de 1910, a propuesta de la comunista alemana Clara Zetkin, y conmemorado por primera vez a partir de 1911.
El 8 de Marzo no es simplemente el día de la mujer, sino el de las mujeres trabajadoras, como aquéllas obreras textiles neoyorquinas que en 1911 fueron encerradas y condenadas a morir quemadas al confrontar a la patronal, a los capitalistas, en su lucha por mejores condiciones de trabajo, por jornadas menos inhumanas, por salarios iguales a los de los hombres por igual trabajo. Mucho menos es el día para celebrar que las mujeres burguesas reclamen más posiciones dirigentes en el sistema capitalista. Porque la mujer burguesa no tiene que perder su salud y energías en 8, 10 o más interminables horas de trabajo para llevar el sustento a casa, ni quebrarse la cabeza para enfrentar la carestía y los problemas del día a día, no tiene que caminar por calles obscuras y solitarias, ni viajar apretujada o manoseada en el transporte público, ni hace largas filas por una cita médica en los hospitales abarrotados, ni se angustia por el bienestar de sus hijos al cuidado de vecinos o conocidos, o incluso solos en casa, porque no puede pagar un lugar en la guardería particular. La mujer burguesa, igual que el hombre burgués, vive lujosamente a costa de explotar a la clase obrera, la clase social formada por las trabajadoras y los trabajadores; la mujer burguesa es parte de la clase burguesa, esos parásitos que se enriquecen sin producir nada, que amasan fortunas a costa de nuestro sudor y sangre. ¿Qué podemos tener en común con nuestros enemigos, nuestros explotadores, los culpables de nuestra infelicidad? ¿Qué tenemos en común las mujeres obreras con las mujeres burguesas? Nada.
Cada vez más mujeres trabajadoras participamos en el proceso productivo social y contribuimos a la creación de la riqueza, pero ello no nos ha garantizado la igualdad ni el disfrute de los derechos que la legalidad burguesa nos otorga sólo en el papel. Hambre, miseria, desempleo, cansancio, enfermedades, malos salarios, vida cara, feminicidios, violencia contra la mujer, la muerte constante sin una guerra declarada que nos acosa cada día en cualquier parte del país, a las mujeres, a nuestras familias, a nuestras hijas e hijos. No hay un único responsable, no es sólo el gobierno de turno: es el sistema capitalista, el poder de los monopolios. A este sistema obedeció antes el PRI y el PAN, y hoy MORENA. Lo mismo con Calderón que con Peña Nieta, que con Obrador, no hay ningún cambio verdadero, y queda claro que no se trata de cambiar un Presidente, sino de cortar de raíz el problema, de poner fin a un sistema: el capitalismo. O lo enterramos, o el continuará enterrándonos, convirtiendo a México en una gran fosa común, un país cementerio, donde el dolor, la sangre, las víctimas, los pone la clase obrera y la mujer trabajadora como parte de ella, y nuestras hijas e hijos.
Para cambiar todo lo que debe ser cambiado necesitamos de toda nuestra fuerza e inteligencia. Nuestra principal fuerza es la unidad de la clase obrera, esto es, la unidad de todos los explotados, donde la mujer trabajadora tiene un papel fundamental. Los trabajadores o las trabajadoras, no podrán erradicar aislados entre sí la explotación y sus consecuencias; únicamente su unión y organización permitirá transformar a México y el Mundo. Unir nuestras fuerzas y actuar juntos no es fácil, hay muchos obstáculos que tenemos que superar, obstáculos que constantemente pone la clase dominante para dividirnos, para que no nos reconozcamos como clase, para que nos confrontemos entre nosotros en lugar de a ellos: trabajador contra trabajador, trabajador contra trabajadora, hombre contra mujer. Que cada uno luche por sus demandas, pero que no unamos nuestras demandas contra el enemigo que es uno solo. Que aquí unas luchemos contra el acoso sexual en los centros de trabajo, allá otros por salarios o democracia sindical, más allá contra los megaproyectos, en otro lugar contra el outsourcing, y en otro por guarderías públicas, contra la privatización del agua o por mejor servicio de transporte. Porque fraccionando la lucha obrera y popular en una miríada de asuntos nos pueden aislar, acallar, despedir, encarcelar, derrotar. La clase dominante conoce la historia: sabe que si nos juntamos, que si unimos nuestras banderas, si nuestra voz es un solo coro y nuestras manos un solo puño, entonces la clase obrera vencerá, la mujer trabajadora vencerá.
Todo aquello que ponga obstáculos a la unidad de la clase obrera, es decir a la unidad de los trabajadores de cualquier sexo o nacionalidad es un freno a la lucha contra la opresión de la mujer, a los pasos para la emancipación de la mujer. Cada día de retraso en el objetivo del derrocamiento del capitalismo es agonía, barbarie, muerte de miles, destrucción de la naturaleza. Así que nosotros vamos en esa dirección, y en otra van los monopolios, el capital y sus expresiones políticas multicolores, que ahora “muy sensibles” dan el día libre para la jornada del 9M. De los opresores nada a nuestro favor vendrá. Los monopolios quieren que responsabilicemos de nuestros problemas a los hombres trabajadores, pero el verdadero opresor y enemigo de la emancipación de la mujer es el sistema capitalista, el Estado burgués. Que el árbol no nos impida ver el bosque.
En México, no se realiza una huelga general desde los años 30 del Siglo XX, pero el día que las trabajadoras y trabajadores la llevemos adelante de nuevo, es decir paralicemos de hecho la producción y los servicios en cada centro de trabajo o zona industrial, entonces las cosas empezarán a cambiar, y ese día la patronal no dará un solo permiso.
Para la mujer trabajadora debe quedar claro que las promesas de la socialdemocracia en favor de la mujer fueron demagogia, que el gobierno de Obrador es guardián del orden y que como tal desata acciones represivas contra las protestas de justa indignación frente a los feminicidios.
En este Día Internacional de la Mujer Trabajadora, la bandera de las mujeres de la clase obrera es aquélla que nos conduzca a una sociedad radicalmente diferente a ésta de explotación, opresión y barbarie, y por medio de la unidad de clase, cumplir el papel histórico del proletariado: la toma revolucionaria del poder y la construcción del socialismo-comunismo. Una sociedad que ponga fin a la explotación, en la que la clase obrera que produce toda la riqueza tenga el poder, donde la emancipación de la mujer será parte inseparable de la emancipación del conjunto de los trabajadores y oprimidos, poniendo fin a la desigualdad que nos aqueja desde hace milenios en que la división de la sociedad en clases, entre poseedores y no poseedores, cimentó la opresión de la mujer. Esa sociedad nueva, el socialismo-comunismo, es el único camino que conduce a la emancipación de la mujer trabajadora.
Obreras, trabajadoras, migrantes
Madres de familia, desempleadas:
Transformemos nuestra indignación en lucha organizada, construyamos la unidad de todos los trabajadores, unamos nuestra fuerza con las obreras y obreros del Mundo.
El Partido Comunista, partido de la clase obrera que lucha por la emancipación de la mujer trabajadora, te saluda y honra tu lucha diaria por una vida digna de ser vivida, y diariamente lucha contra el capitalismo, hasta que la clase obrera, mujeres y hombres trabajadores, tengan en sus manos el timón para construir la sociedad nueva.
¡Proletarios de todos los países, uníos!
Comisión para la Emancipación de la Mujer del Comité Central del Partido Comunista de México