El grito de la patria
Felipe Cuevas Méndez, integrante del CC del PCM
Años que el Estado rechaza toda acción política que tenga lugar desde el seno del pueblo, en su crisis va hundiéndose en una maraña de conflictos agravados, es la continua diferenciación en la historia de esta relación. El pueblo se ve cada vez más en una batalla por ser oído y oírse a sí mismo, por aferrarse a una idea de participación de primer plano respecto a los problemas que le conciernen, en tanto el Estado desempeña su hábito de control. Y nada, el sistema sigue en sus trece, blindándose más y más por decisión interna y extranjera contra las mayorías. Miseria, negocios, corrupción, represión y enajenación es la ecuación del Estado mexicano.
Por nuestra parte queremos que las cosas cambien, más para la proyección de las luchas enfrentamos problemas multidimensionales en referencia a que el hacer inmediato sobre nuestro accionar político se vuelva plena realidad de las mayorías; así también a la perspectiva política organizacional que en cualquiera de las formas que se plasme se identifique por la defensa de nuestros derechos sociales junto a nuestra forma de vida social de fraternidad; a la alternativa adecuada en el panorama general, que concrete los medios de ascender plenamente a la vida pública con poderes de decisión, consenso y determinación del rumbo de nuestra sociedad; y desde luego en referencia a los propósitos estratégicos hacia el futuro con sello de emancipación real respecto de la moderna esclavitud en que hundieron la patria.
El desafío es que las soluciones a tantos problemas sólo el pueblo lo podrá consumar saliendo de su letargo, hegemonizando las soluciones por su contenido lo mismo que por ser éste quien las ejecute sin la asistencia perniciosa de los burgueses, sus políticos o burocracias.
El régimen evidencia su total negativa hacia esta dirección, tanto por su rechazo a que las clases populares se levanten, como por si se le llega a exigir que haga algo en interés contrario a su naturaleza. Tratamos con un Estado plegado y doblegado por intereses del gran capital trasnacional e imperialista, al que le seduce la proposición de una sociedad inactiva, que desmoviliza a las clases explotadas de quienes insiste no se les debe tolerar expresiones de indocilidad, que todo lo arreglarán sus sagradas instituciones, esto es en esencia el pensamiento político distintivo con que la clase dominante cubre la masacre de Iguala.
En los paneles del poder uno no puede decir nada de las decisiones que la burguesía y su Estado toman, porque por encima de su simulación o doblez discursiva, dentro de su mundo nada ha de pasar, dado que en sus estructuras nosotros y nosotras hemos quedado anulados, no tenemos razón según ellos. El arbitrio es el de las leyes económicas y sociales del capitalismo, el cual preside el dictamen de consorcios alcahueteados por organismos imperiales. Ellos ya decidieron por nosotros y nosotras sobre el presente y el futuro de sometimiento, tienen la medida exacta de la miseria con que hemos de vivir y morir, si es posible nos la seguirán acentuando; su democracia se traduce día por día en un mecanismo del ser sojuzgados por la impunidad de las elites, capas y clases todopoderosas.
Queremos ser escuchados y participar de las decisiones importantes? Pues bien, para eso es preciso alterar el orden de las cosas, de eso están ocurriendo experiencias directas, quizá todavía difusas pero promisorias del otro poder político que debiésemos crear, de carácter popular y proletario: democracia directa, acciones de inconformidad, visibilización de nuestra condición político-social, combate territorial y clasista, creación de autoprotección popular, defensa de sectores reprimidos, rechazo de imposiciones político-económicas, organización popular clasista independiente del sistema, atención del interés colectivo antes que el de la gran propiedad privada.
Imposible responder de forma absoluta a la proyección total de la lucha de clases arriba expuesta, sería un resbalón mesiánico muy desafortunado para la formación de la conciencia, porque buena parte del camino está por hacerse en medio de nuevas problemáticas a atenderse en cada instante, construyendo y reconstruyendo sobre la base de la experiencia social, descontaminándonos a nosotros mismos de cuanto el capital nos impuso como modo de vida. Aunque ciertamente se debe trabajar sobre todo cuanto nos sea posible, en todo caso tendríamos que proponernos algunas reflexiones sobre el país que queremos y requerimos.
Nada está escrito o resuelto en una cómoda trayectoria sobre el proceso social, las dificultades del pueblo mexicano para avanzar en sus luchas son sumamente serias, comienza con desventajas, en principio desde el hecho de asumir el compromiso de actuar colectivamente en momentos del terror impuesto desde el poder, también en el fondo otro aspecto de seriedad es que el escenario se revestirá de una grave confrontación social con el régimen burgués, mayormente cuando se están maquinando nuevas agresiones contra las clases y sectores populares en materia de reformas, reventa de nuestros recursos, depreciación salarial, encarecimiento de la vida, aristocratización y descomposición de las instituciones, sumado a la militarización, la cárcel y violencia indiscriminada como eje del régimen para cerrar el paso a la lucha revolucionaria.
En el capitalismo la vida se torna insoportable, los ultrajes son continuados, los golpes, los atropellos del régimen se amontonan unos sobre otros. Por esto las respuestas de los sectores y clases explotadas van trascendiendo a medida que enfrentan con más acierto las políticas y condiciones generales de esta dominación, exigiendo soluciones viables a los reclamos, congruentes con la dignidad popular. Remontando el defensismo en que nos arrinconaron, en algún punto se hará indispensable pasar de la resistencia a la alternativa propia. Cabe observar por ello los distintos aspectos del qué y cómo hacer para que los cambios desde abajo ocurran inconteniblemente, hasta que finalmente alcancemos un enfoque concreto, propio, basado en nuestras realidades.
Poco a poco el pueblo ve dónde está parado y frente a qué fuerzas está confrontado, así debe recomponerse orientándose a una lucha que envuelve todos los problemas de este sistema, para esto requiere de más y más contingentes. A riesgo de no alcanzar los objetivos más anhelados, no se debe dejar exclusivamente en los sectores combativos las tareas que corresponden a un conjunto de fuerzas superior, necesitamos que las reservas frescas del proletariado y otros nuevos contingentes manifiesten sus descontentos, incursionen con sus reclamos, igual que con sus proyectos.
El conglomerado de expresiones sobre la unidad, la coincidencia de las luchas, la organización popular, las formas de lucha y procedimientos que buscan hacer efectivo el ascenso de las clases explotadas y oprimidas a la vida política incluida la dirección del destino de este país; todas son importantes y a la vez insuficientes en la medida que no se articulen y concreten. El sistema apuntaló instrumentos poderosos (el ámbito judicial en que impera la ley del más fuerte, política o económicamente hablando, el campo electoral que contempla todas las variantes siempre y cuando sean respetuosas del orden, el mecanismo de poder de los grandes grupos monopolistas o financieros, y la arquitectura de los partidos políticos, por ejemplo) con los que refuerza a tal punto su mando que le ha resultado viable la mediatización en algún sentido de todo aquello que no rompe sus estructuras.
Perfilar todos los esfuerzos, dando prioridad a la movilización articuladora se posiciona como el tema central para que la lucha de clases encuentre sus resonancias y trascendencias. La confluencia de las luchas es fundamental en estos momentos para hacer presión en puntos medulares que fracturen la opresión y las actuales relaciones de poder. Aun cuando en unos estados avance más que en otros o que las banderas varíen en sus aspectos de forma, tal confluencia es por su base consecuencia natural de la situación del país, espontánea en principio, obviamente requiere del empuje de fuerzas democráticas y revolucionarias o no serían tales de no ejercer su importante rol.
De la confluencia y concentración de la lucha en temas tales como el rechazo a la violencia institucional, al Estado reaccionario y sus estructuras de poder, tanto como contra la burguesía y sus planes de saqueo, generando chispazos de conciencia social; será necesaria la configuración de instancias de poder popular en el sentido de medios de ejercer capacidad de mando desde abajo. Esto último en vías a forjar la organización y combate suficientes que permitan crear una alternativa viable que reste poder y socave el ejercicio de la “gobernabilidad” imperante hasta estar en condiciones de lanzar un proyecto de Estado y gobierno popular en las formas que sean posibles a modo de cumplir con el interés general de las clases laboriosas.
No hay que dictar movilizaciones en el aire, no se puede vivir de la consigna, el trabajo es arduo, no es posible decretar unas u otras formas de lucha obligatorias ante contingentes que reclaman precisamente poder decidir sobre el qué hacer, porque tiende a la disgregación y el rechazo a la política, ello viene a resultar incongruente con la lucha puesto que así sólo se reproduce los esquemas dirigistas con que suele operar el régimen. Por estas y otras razones es primordial que los contingentes en lucha adquieran el sentido de la representatividad de sus asambleas y otras instancias de lucha a efecto de acumular la experiencia organizativa de masas que hoy resulta indispensable. Debe desarrollarse un sentido agudo de lo posible para la acumulación de fuerzas en marcha, se abre el contexto a fundar la organización amplia y extensa del poder popular hacia su construcción por todo el país y en sus más variadas formas para una lucha titánica contra el capitalismo en todas sus dimensiones.